El idilio entre Israel y Marruecos | El Sáhara Occidental

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El idilio entre Israel y Marruecos | El Sáhara Occidental

 

Tras la reciente celebración del XVI Congreso del Frente Polisario, todo apunta a que la guerra en el Sáhara Occidental está entrando en una nueva etapa marcada por una escalada de la tensión bélica entre las dos partes enfrentadas que puede verse afectada por la introducción de nuevas armas en el campo de batalla y el incremento del uso de drones. Ante el más que previsible recrudecimiento de los enfrentamientos, Marruecos acrecienta su dependencia de Israel, de quien se sirve en gran medida para la adquisición de armamento, además de adiestramiento militar y tecnológico, convirtiendo al Estado sionista en uno de los nuevos actores en el conflicto que va adquiriendo mayor protagonismo.

La colaboración entre Israel y Marruecos viene de lejos, pero nunca fue tan fructífera como lo es ahora gracias a los acuerdos de colaboración entre Rabat y Tel Aviv alentados en buena parte por el ex presidente estadounidense Donald Trump durante su mandato.

Hasta no hace mucho, la monarquía alauita había conseguido poco más que algunos Estados de los cinco continentes que habían reconocido a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) suspendieran o cancelaran sus relaciones diplomáticas con la República saharaui, pero Marruecos modificó recientemente su estrategia y ahora lleva ya un tiempo promoviendo, en la zona del Sáhara que ocupa, la instalación de consulados de algunos de estos Estados que se han dejado embaucar por los numerosos lobbies marroquíes que operan al dictado del Majzén en el ámbito de las relaciones internacionales. De esta manera, veintisiete países ya han establecido oficinas diplomáticas en Dajla y, sobre todo, en El Aaiún, la capital ocupada del Sáhara Occidental. La mayoría de estos Estados son africanos, aunque también los hay de otras latitudes, como los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que abrieron un consulado en los territorios ocupados saharauis el 4 de noviembre de 2020.

Hasta entonces, ninguna potencia occidental había querido dar aún ese paso que la situaría al margen del derecho internacional y de las diferentes resoluciones aprobadas por las Naciones Unidas desde el inicio del conflicto, pero Donald Trump sí se atrevió a ofrecer el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental una vez había perdido ya la reelección como presidente de los EEUU y se encontraba a solo seis semanas de abandonar la Casa Blanca.

La política exterior de Trump durante su mandato se caracterizó, en buena parte, por favorecer los intereses de Israel en Oriente Medio y siempre a expensas de las aspiraciones del pueblo palestino, que contemplaba cómo su pretensión de constituir su propio Estado se encontraba cada vez más lejos. Con decisiones tan transcendentales como la de trasladar la embajada norteamericana a Jerusalén o la de retirar a su país del acuerdo nuclear con Irán, Trump contentaba continuamente al poderoso lobby judío de EEUU, al que pertenece su yerno, Jared Kushner, casado con su hija Ivanka. Nada más llegar a la Casa Blanca, Trump designó a Kushner como consejero superior del presidente de los Estados Unidos y le encomendó, como una de sus principales tareas, la de rediseñar la paz en Oriente Medio, pero, por supuesto, atendiendo siempre a los intereses tanto estadounidenses como israelíes en la región.

Una de las estrategias políticas más determinantes de Trump en este sentido fue la de favorecer el establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Estado sionista y algunos países musulmanes, consiguiéndolo con la firma de los Acuerdos de Abraham de 13 de agosto de 2020 con EAU y, un mes más tarde, el 15 de septiembre, con Bahréin. Con Sudán, el acuerdo se selló el 23 de octubre de ese mismo año. Estos reconocimientos siempre tienen un precio y, en el caso de los EAU, se tradujo en su día en un programa de rearme del ejército emiratí aprobado por el Congreso de los EEUU por unos 23.000 millones de dólares. Bahréin, por su parte, tan sólo es una pieza más en el gran tablero que se juega en Oriente Próximo y el establecimiento de sus relaciones con Israel sirvieron para que no tuviera que hacerlo Arabia Saudí, el otro gran aliado de Occidente en la región.

En cuanto a Sudán, la normalización de las relaciones bilaterales entre Jartum y Tel Aviv se encuentran actualmente congeladas. Primeramente, se generó un debate interno sobre si la condición de interinidad del Gobierno sudanés de transición democrática que dirigió el país entre 2019 y 2021 era la más adecuada para tomar una decisión de estas características, pero el país africano estaba esperando también a que los EEUU cumplieran la promesa de levantar de sanciones heredadas del régimen de Omar Bashir e impuestas en su día por la supuesta relación del dictador con el terrorismo de Al-Qaeda. Más tarde, no ayudó el golpe de Estado del general sudanés Al Burhan en octubre de 2021, que llevó a la administración Biden a suspender el envío de unos 700 millones de dólares destinados a apoyar el gobierno civil de transición democrática, incluida ayuda relacionada con el acuerdo de normalización con Israel, aunque Al Burhan ya ha manifestado en más de una ocasión su apuesta por la normalización de las relaciones de Sudán con el Estado sionista.

Pero en diciembre de 2020, le tocó el turno a Marruecos. Y el precio estaba claro: el régimen marroquí establecería relaciones diplomáticas con Israel a cambio del reconocimiento, por parte de la administración Trump, de la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, una operación que se fue fraguando desde un tiempo atrás con viajes a Rabat tanto de Kushner en mayo de 2019 como de la misma Ivanka Trump en el mes de noviembre siguiente, aunque existieron otros viajes calificados como de “no oficiales” que llevaron a varios delegados estadounidenses al país magrebí. Ya en 2019, Israel, entonces el octavo mayor exportador mundial de armas, vendió a Marruecos sistemas militares de radares y comunicaciones a través de terceros países.

Marruecos fue el primer país en reconocer la independencia de Estados Unidos. Lo recordaba el mismo Donald Trump en uno de sus tweets el 10 de diciembre de 2020: “Marruecos reconoció a los Estados Unidos en 1777. Por lo tanto, es apropiado que reconozcamos su soberanía sobre el Sáhara Occidental.” Con su decisión, Trump reactivaba unas relaciones bilaterales entre los gobiernos de Israel y Marruecos que dieron sus primeros frutos con el establecimiento, en 2021, de los primeros vuelos directos entre Tel Aviv y Marrakech para la compañía El Al y entre la capital israelí y Casablanca para la marroquí RAM. En octubre de ese año, la compañía petrolífera israelí Ratio obtenía la concesión para realizar prospecciones en aguas de la ciudad ocupada saharaui de Dajla en busca de yacimientos de hidrocarburos.

Sin embargo, el entendimiento entre Tel Aviv y Rabat viene de más lejos, tanto, que hay que remontarse hasta el momento en que Marruecos empezó a construir el Muro de la Vergüenza en plena guerra del Sáhara en la década de 1980. En ese momento, los servicios de inteligencia israelíes contribuyeron en la ideación de los muros defensivos que suponen actualmente la vasta barrera física de 2.720 km que parte en dos y de norte a sur el territorio saharaui. Un par de décadas después, sería el propio gobierno de Israel quien, el 23 de junio de 2002, aprobaría levantar otro muro que actualmente se adentra, en un 80% de su recorrido, en el territorio ocupado palestino. De hecho, el propio muro de Palestina levantado por las autoridades de ocupación israelíes tiene una similitud jurídica con el del Sáhara Occidental, como similares jurídicamente son también ambas ocupaciones, la israelí y la marroquí sobre los territorios palestinos y saharauis respectivamente.

Pero, aunque la colaboración militar y de los servicios de inteligencia entre Israel y Marruecos data de medio siglo antes, ambos países formalizaron este entendimiento en seguridad con un acuerdo firmado el 24 de noviembre de 2021 en Rabat, adonde se desplazó el propio titular de Defensa israelí, el exgeneral Benny Gantz, para normalizar el comercio de armas entre ambos gobiernos, culminándose así el Acuerdo de Normalización de las Relaciones entre Israel y Marruecos firmado el 10 de diciembre de 2020. Precisamente Gantz era también quien, en Israel, autorizaba la venta en el exterior de sistemas de espionaje, como el Pegasus, cuyo uso por parte de la inteligencia de Marruecos levantó, en verano de 2021, un escándalo internacional al saberse que espió, según denunció Amnistía Internacional, a políticos opositores, periodistas e incluso a jefes de Estado extranjeros como el propio presidente francés, Emmanuel Macron.

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