Texto: Ali Salem Iselmu
Óleo de Fadel Jalifa, pintor saharaui exiliado en Francia
Introducción del antropólogo y escritor Bahia MH Awah
El desterrado deja de existir intelectualmente cuando desiste de volver a recrearse en su cultura e identidad. Si pierde el sueño telúrico y cultural pueda que entra en una parálisis del que es difícil ponerse de pie y comenzar a andar intelectualmente. Y como dice el proverbio من ترك التكرار لابد ان ينس es decir, “Quién deja de recordar sus prácticas culturales inevitablemente de estas se olvidará”. Este relato en el que el escritor Ali Salem Iselmu se recrea en las particularidades y filosofía de un pastorcito saharaui muestra de que la identidad cultural de cada cual está ligada a las vivencias y practicas diarias, ya se de forma oral o en el terreno. Ali está en el exilio, pero también está presente en su escenario cultural y por eso aún existe como si estuviera realmente detrás de un rebaño de dromedarios en su tierra saharaui.
La lluvia empezó a caer de forma incesante sobre las dos jaimas, las cabras se protegían del agua debajo de una acacia, los dromedarios daban pequeños saltos de alegría. Era una mañana que había empezado con una fuerte tormenta de arena que provenía del este. El niño iba con su cuenco acompañando a su padre, el sol estaba cubierto de nubes claras que provenían del sur. El padre dio unos pasos sobre la arena mojada mientras el niño dejaba las gotas de lluvia caer en el interior del cuenco. Quería llevarle a su madre el agua de lluvia para hacer el primer té de la mañana.
El pastor de los dromedarios se alejaba cubierto con su turbante, buscaba un pequeño habitáculo de ramas para protegerse del agua.
Yo seguí en el interior de la jaima cerca del brasero donde la mujer preparaba el primer té de la mañana. Empecé a pensar en la idea de un gran diluvio, un mar de lluvia que cubra la arena después de muchos años.
Sentí pánico y alegría. Sabía que el desierto había sido una verde sabana, un mar y un bosque tropical. Empecé a imaginar los elefantes, las cebras, los leones y los ñus. Desparecieron las dunas y de repente todo se convirtió en una pradera verde salpicada de enormes árboles.
Bebí el primer vaso de té. Tenía un sabor amargo. Le pregunté entonces a la mujer.
̶ ¿Con qué agua has cocido el té?.
Ella me miró detenidamente, después cogió un vaso cubierto de espuma y me dijo:
̶ El agua que bebemos es agua de lluvia, es el agua que se queda atrapada en las dunas en el interior de un río seco. Allí cavamos un pequeño pozo, forramos sus paredes con murkba[1].
(…)
[1] Planta típica del desierto del Sáhara tiene propiedades medicinales, sirve como pasto y se usa en la construcción de pozos.
Origen: El pastorcillo de dromedarios en el Sahara Occidental >> Y… ¿dónde queda el Sáhara? >> Blogs EL PAÍS