haciendo del reino el principal productor mundial de hachís, dedicándole casi 50.000 hectáreas.
No obstante, en la década de 2000, Europa se convirtió en el principal mercado de este tráfico de cannabis, acaparando solo en 2006 el 74% de las incautaciones mundiales de hachís (1083 toneladas sobre 1471) producidas en su territorio. Presionado por Bruselas, el estado marroquí se vio obligado un tiempo a «controlar» sus propios traficantes. Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), los cultivos cayeron de 134.000 hectáreas en 2003 a 47.500 en 2011, una disminución del 65%. Lo que no impide que continúe el tráfico. Para enviar la producción en el Viejo Continente, la mafia del Rif cruza el Estrecho de Gibraltar a bordo de lanchas rápidas con motores trucados, para tratar de escapar de la Guardia Civil. «Pero los traficantes a veces pueden contar con la complicidad de ciertos guardacostas marroquíes que, a cambio de un generoso soborno, cierran los ojos», afirma Jérôme Pierrat, periodista y escritor especializado en crimen organizado y delincuencia.
Al final de la cadena, este tráfico realizado en Marruecos obviamente no está exento de consecuencias. Especialmente en países como España y Francia, donde las guerras entre los traficantes y clanes de la droga han acabado con la vida de decenas de personas durante los últimos veinte años. Una debilidad que el Estado marroquí domina con maestría perversa. Durante años, Rabat dejó ir y venir a su territorio, Moufid Bouchibi, conocido como «roi du shit» (rey de la mierda) este franco-argelino es propietario de muchas villas en el campo. Antes de ser arrestado en Dubái en primavera, traficaba con un promedio anual de entre 50 y 60 toneladas de cannabis a Europa, con unas ganancias que ascendían a más de 70 millones de euros.