El Sahara Occidental en la ONU: EL TRUMPISMO NO ES UNA FATALIDAD – Victoria G. Corera

El Sahara Occidental en la ONU: EL TRUMPISMO NO ES UNA FATALIDAD – Victoria G. Corera

Marruecos quiere explotar el «efecto Trump» para que el 30 de octubre el Consejo de Seguridad renueve la MINURSO con un texto hecho a la medida del plan de autonomía

Quieren que sucumbamos a la tentación de convertir el “efecto Trump” en una fatalidad. Nuestra tarea es desactivar esa trampa con una palabra simple y poderosa: AUTODETERMINACIÓN.

Marruecos quiere aprovechar el llamado efecto Trump para transformar el Sáhara Occidental en un tablero donde la fuerza sustituye al derecho. Desde la derrota electoral de Joe Biden y el regreso del expresidente republicano a la Casa Blanca, Rabat ha reactivado todos sus canales diplomáticos y mediáticos para convertir en política oficial lo que en 2020 fue solo una transacción: el reconocimiento unilateral de Donald Trump de la soberanía marroquí sobre el territorio ocupado, a cambio de la normalización con Israel.

Ese acuerdo, nacido en la lógica de los “Acuerdos de Abraham”, fue un trueque político que contradecía de manera frontal las resoluciones de Naciones Unidas y el dictamen consultivo de la Corte Internacional de Justicia de 1975, que negó toda soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Pero Rabat no lo vio como una anomalía, sino como una oportunidad: una puerta abierta para transformar el respaldo puntual de un presidente en una nueva doctrina internacional.

El retorno de Trump ha devuelto a la diplomacia marroquí la ilusión de que todo puede volver a aquel diciembre de 2020. De hecho, los medios oficiales y los “influencers” del régimen proclaman que “el conflicto está entrando en su fase final” y que la próxima resolución del Consejo de Seguridad “reconocerá la autonomía como única solución creíble”. Las maniobras diplomáticas se multiplican: el ministro de Asuntos Exteriores Nasser Bourita se ha desplazado a Moscú, donde se reunió con Serguéi Lavrov, con la esperanza de garantizar que Rusia no vete el texto que Estados Unidos y Francia pretenden presentar el 30 de octubre.

Nada de esto ocurre en el vacío. Francia y España ya han girado abiertamente hacia la posición marroquí, adoptando el lenguaje de Rabat —“plan serio, creíble y realista”— y abandonando toda referencia al referéndum de autodeterminación. París, sumido en crisis internas y en la pérdida de influencia en África, busca recuperar relevancia alineándose con Washington y Rabat. Madrid, por su parte, lo hace desde la debilidad: Pedro Sánchez se adelantó en 2022 al enviar su famosa carta a Mohamed VI, sacrificando medio siglo de política exterior en nombre de una reconciliación diplomática desigual.

Sin embargo, el trumpismo no es una fatalidad. Es un síntoma de la decadencia moral de una época en la que la fuerza sustituye a la legalidad, pero también una oportunidad para poner a prueba la coherencia del derecho internacional. Frente a quienes confunden pragmatismo con rendición, el pueblo saharaui sigue siendo la prueba viviente de que la historia no se escribe en los despachos, sino en la resistencia.

Mientras Rabat presiona para que el 30 de octubre el Consejo de Seguridad renueve la MINURSO con un texto “ampliado” a la medida del plan de autonomía, conviene recordar tres cosas sencillas:

  • La autodeterminación no es negociable: no es un bonus track diplomático ni un comodín retórico. Está en la Carta de la ONU, en la opinión consultiva de la CIJ (1975) y en medio siglo de resoluciones.
  • El consentimiento del pueblo saharaui no se sustituye por “beneficios” difusos ni por ayuda humanitaria presentada como compensación moral. La doctrina del TJUE es inequívoca: el consentimiento no se presume con marketing.
  • La realidad sobre el terreno desmiente la “normalidad”: guerra de baja intensidad desde 2020, represión en las ciudades ocupadas, presos de Gdeim Izik aún en cárceles marroquíes, y un expolio —pesquero, agrícola, fosfatos, energía eólica— que alimenta la economía política de la ocupación.

Marruecos pretende aprovechar la influencia de un presidente que ha hecho del oportunismo su método. Pero el trumpismo no escribirá, definitivamente, la historia del Sáhara Occidental. El derecho a la autodeterminación no se negocia, se ejerce. Y ningún acuerdo impuesto borrará medio siglo de lucha de un pueblo que no ha renunciado jamás a ser libre.

Lo que hasta ahora eran maniobras diplomáticas discretas ha tomado forma concreta. Según reveló hoy El Confidencial en un artículo firmado por Ignacio Cembrero, “el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se dispone a enterrar a finales de este mes la autodeterminación de los saharauis” mediante un proyecto de resolución presentado por Estados Unidos y Francia que “insta a iniciar conversaciones sin demora ni condiciones previas sobre la base de la propuesta de autonomía de Marruecos, descrita como seria, creíble y realista”.

El texto, señala Cembrero, constituye “el primer gesto contundente de apoyo de la Administración del presidente Donald Trump a Marruecos” y será sometido a votación el 30 de octubre, con Rusia como único miembro permanente con capacidad real de veto. La reciente visita de Bourita a Moscú buscaba precisamente ese objetivo: evitar el bloqueo ruso y blindar el proyecto.

Esta revelación confirma lo que ya advertíamos: el efecto Trump ha dejado de ser una narrativa propagandística para convertirse en una herramienta de imposición política. Washington y París intentan hacer pasar la ocupación por solución, disfrazando la renuncia al referéndum bajo el lenguaje vacío de las “conversaciones realistas”.

¿Qué significa, entonces, sostener hoy una posición útil? Primero, nombrar: no hay “disputa administrativa”, hay descolonización pendiente. Segundo, condicionar: cualquier texto sobre MINURSO que diluya el referéndum o blanquee la “autonomía” bajo soberanía marroquí debe encontrar resistencia dentro y fuera del Consejo. Tercero, coherencia europea: la enmienda a los acuerdos UE–Marruecos que legaliza de facto preferencias arancelarias para productos del Sáhara ocupado viola el estándar que los propios tribunales europeos fijaron; toca frenar en Parlamento y tribunales. Cuarto, visibilidad: la Cuarta Comisión no puede seguir siendo un ritual anual; hay que traducir su mandato en mecanismos de verificación de derechos humanos en el terreno (ausentes en MINURSO) y en sanciones cuando se documente represión o expolio.

El Sáhara Occidental sigue siendo, a los ojos de la ONU, un territorio no autónomo pendiente de descolonización, y su pueblo conserva un derecho inalienable a decidir su futuro. Ninguna maniobra geopolítica —ni siquiera la del nuevo inquilino de la Casa Blanca— podrá borrar esa verdad jurídica y moral.

El trumpismo podrá dictar resoluciones, pero no puede escribir la historia. La autodeterminación, sí.

Por Victoria G. Corera, Plataforma “No te olvides del Sáhara Occidental”