Trump necesitará el apoyo de Macron y Sánchez para implementar el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental
EDITORIAL
ECS. Madrid. | ¿Está actuando Sánchez de manera voluntaria? Es la pregunta que ronda a analistas, políticos, juristas y periodistas. La respuesta solo puede ser negativa. Todo indica que la nueva política de España aliándose con el régimen de Marruecos fue bajo «coacción» en el marco de canales secretos que superan ampliamente la voluntad de España y Marruecos, ya que el cambio de rumbo español se produce sin ningún debate en los órganos del PSOE, ni con los responsables de Exteriores del dossier saharaui, ni en un Consejo de Ministros como dicta la Constitución, y menos aún en el seno de la coalición de gobierno de la que formaba parte SUMAR. Sencillamente es una nueva política que escapa del control del gobierno de turno.
La nueva política de Sánchez en el Sáhara Occidental no es, pues, el resultado de una reflexión madura y meditada de las autoridades e instituciones elegidas democráticamente por el pueblo español, sino el de un regateo estratégico secreto forzado por un hecho repentino e imprevisto que hubiera requerido una respuesta inmediata. Situación en la que España y Marruecos, según los analistas en la sombra, deberían estar llamados a ser aliados y no adversarios, en el contexto de un posible enfrentamiento militar de gran envergadura que podría haberse desencadenado en cualquier momento.
Para resolver la cuestión del Sáhara Occidental, las partes implicadas deberán responder a muchas preguntas. La principal es la cuestión de las fronteras. Actualmente, Marruecos ocupa alrededor del 75 % del territorio del Sáhara Occidental. Si Marruecos alcanza la plena soberanía, ¿Cómo se administrará el 25 % restante? ¿Seguirá la RASD independiente y gestionando los territorios liberados del Sáhara Occidental?
Según Carnegie, Trump necesitará el apoyo de otros actores globales para implementar el reconocimiento de la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental de una manera que aborde el conflicto en su totalidad. Su administración podría colaborar con los diplomáticos de otras naciones como España y Francia para abordar las fronteras terrestres y marítimas, así como para crear un acuerdo de reparto de poder. Para establecer las fronteras, los gobiernos que han utilizado el Sáhara Occidental como moneda de cambio, como la administración Trump, deberían colaborar con sus homólogos marroquíes para generar un acuerdo territorial de reparto de poder que permita a Marruecos materializar plenamente sus aspiraciones territoriales, a la vez que otorga al pueblo saharaui el derecho a un hogar permanente y el fin de la guerra (bajo un plan de autonomía impuesto).
A ojos de los estrategas de Trump, apoyar diplomáticamente a Marruecos equivale a debilitar internacionalmente a Argelia y dar más peso a Marruecos en la región. La claudicación de Sánchez y Macron y el reconocimiento de facto de la supuesta marroquinidad deben enmarcarse en esta estrategia. Es probable que España lleve ya mucho tiempo bajo la presión de Estados Unidos, pero las barreras puestas por la sociedad española frente a la ocupación saharaui por Marruecos, difíciles de romper a corto y medio plazo, están retrasando la implementación de tal decisión. Con la guerra de Ucrania y la política de Trump, el gobierno español se vio obligado a ignorar estos molestos obstáculos para acercarse a la administración de Washington. Como siempre, el »inexistente» pueblo saharaui en sus declaraciones públicas, resulta crucial y valioso en sus conversaciones secretas.
El peso de la OTAN
España es miembro de dos conglomerados político-militares políticamente enredados y muy cercanos: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE). Esto significa que las decisiones geoestratégicas y militares tomadas dentro de la OTAN se transfieren generalmente a la UE, que sigue siendo mucho más un bloque socioeconómico que militar. España, como miembro de estas dos organizaciones, está ligada a una lógica económica y a unos procesos de defensa militar vinculantes, que no son comunicados a la opinión pública, ya que son materia de secreto de defensa. Las draconianas reacciones públicas cargadas de hipocresía y doble rasero de estos dos bloques frente a Rusia tras la invasión de Ucrania, parecen indicar que estos procesos ya se han activado, tanto para el flanco oriental Estonia, Polonia, Rumanía y Turquía, como para el flanco suroeste de Francia, España y Portugal.
Llegados a este punto el lector se estará preguntando ¿Cuál es la relación entre el conflicto del Sáhara Occidental y los alineamientos estratégicos, y no menos peligrosos de la OTAN? En efecto, la región del Magreb y Sahel ocupa desde hace quince años un lugar importante en los escenarios de enfrentamiento entre la Alianza Atlántica y el eje Moscú-Pekín por el control de los inmensos recursos energéticos y mineros que abundan en esta región –que la Europa neocolonial considera su coto- y para el control de las rutas de transporte internacional de estos recursos y mercancías de todo tipo. Y aquí, la solución del conflicto saharaui juega un papel crucial al estar en el vértice de la formación de la Unión del Magreb Árabe y la clave para el pleno desarrollo económico de la región que impide la ocupación marroquí; única fuente de tensión en la región, el único país del mundo que no tiene las fronteras claras con todos sus vecinos; el Reino de Marruecos. Respecto a esto último: la OTAN, a través de tropas francesas asistidas por las alemanas ha incrementado su presencia en los últimos diez años en Mauritania, Marruecos y Costa de Marfil.
Más al norte –concretamente en el Estrecho de Gibraltar- Estados Unidos ha desarrollado una presencia semipermanente en Marruecos donde organiza regularmente maniobras militares junto con las fuerzas de la OTAN y los países apegados a ella. Pero esta presencia en el vecino del sur no parece aún satisfactoria a los ojos de los estrategas militares de la Alianza Atlantista. Para ellos, este país aún necesita ser más «atlantizado» para permitir que las fuerzas de la OTAN amplíen su base logística y su rango de acción en un entorno seguro y eficiente. De momento, los submarinos británicos y rusos merodean por la región mediterránea.
El eje Pekín-Moscú
Por otro lado, Rusia está tratando de restablecerse allí alentando y apoyando a los países africanos para que se liberen de esta presencia. El acercamiento ruso parece estar coronado por un cierto éxito, cuyo efecto diplomático se hizo evidente durante las dos últimas votaciones de la Asamblea General de la ONU sobre el tema de Ucrania. Dato significativo: durante estas dos votaciones, la mayoría de los países africanos se abstuvieron de condenar la invasión rusa de Ucrania. China, por el momento, se limita a montar una eficiente red de diplomacia “softpower” con inversiones estratégicas sin el desembarco de un solo soldado chino en algún lugar del continente.
Y Argelia, que basa la doctrina de sus relaciones internacionales y diplomáticas en el no alineamiento y el “multipolarismo”, y aboga constantemente por la aplicación del derecho internacional sin criterios selectivos ni distintivos, forma parte de este último grupo de países. Para estos estrategas, Argelia no es solo un gran obstáculo para los planes de expansión atlantistas, algo que Francia ha comprobado bien, sino también el aliado más importante de Rusia y el mayor adversario de Marruecos en la región. Para no dejar dudas sobre el obstáculo que supone Argelia, el ejército estadounidense no dudó en simular durante las maniobras militares estadounidenses «African Lion» efectuadas en junio de 2021 en el sur de Marruecos, un ataque a una batería de misiles S400 estacionada en un país al este de Marruecos. Este país lógicamente solo puede ser Argelia aunque no se mencionó en ningún comunicado. A pesar de todo el mensaje fue entendido en toda su amplitud.
La estrategia de Trump respecto al Sáhara Occidental
Otra posible vía para Estados Unidos consiste en aumentar la presión sobre Marruecos para que implemente el acuerdo tripartito. Israel inauguró una oficina de enlace en Rabat en agosto de 2021, y aunque la delegación israelí en Marruecos abandonó el país tras el inicio de la guerra entre Israel y Hamás, los diplomáticos israelíes regresaron discretamente al país en agosto de 2024. Marruecos también abrió una oficina de enlace en Tel Aviv, y la prensa israelí informó en julio de 2023 que Marruecos estaba «en proceso» de convertir la oficina en una embajada de pleno derecho tras el reconocimiento por parte del gobierno israelí de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, aunque estos esfuerzos se han retrasado a raíz de la guerra en Gaza.
Los estadounidenses no lo dicen abiertamente, pero su enfoque refleja que ya han incluido las zonas marítimas marroquí, saharaui y española a lo largo del Océano Atlántico en su estrategia operativa para el despliegue militar. Uno de los objetivos de tal despliegue sería asegurar y hacerse con el control de los yacimientos de petróleo, gas y fosfatos del Sáhara Occidental ocupado, utilizando, por un lado, la zona situada entre Agadir en Marruecos y El Aaiún en el Sáhara Occidental. Así como el tesoro submarino del Monte Tropic, que a pesar de ser del silenciado pueblo saharaui, Marruecos y España se lo disputan en secreto en la ONU.
El reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara Occidental por parte de la Casa Blanca, por lo tanto, no es un regalo a Marruecos, sino que responde a los requisitos estratégicos estadounidenses y una necesidad de «cumplimiento» militar. Marruecos es de nuevo el peón como lo fue en los ostentosos Acuerdos de Abraham. De hecho, permite que el Departamento de Defensa de los EE.UU prescinda de los cuestionamientos curiosos del Congreso y el Senado de los EE.UU. Argelia y el pueblo saharaui, que lucha contra la ocupación marroquí, son los blancos no declarados de esta Alianza en su nuevo orden geoestratégico. El aislamiento será el objetivo. El equilibrio de poder sigue y seguirá siendo el factor que cambia las cosas sobre el terreno.