Los nietos del exilio saharaui piden cuentas a España: “Nuestras madres no se arrodillaron ante un rey déspota y nosotras tampoco”
FOTO. Fati Jadad, Fatma el Galia y Taleb Alisalem. | Francisco Carrión
Han pasado cincuenta años desde que España abandonó el Sáhara Occidental. Medio siglo después, los nietos de aquel exilio —jóvenes nacidos en campamentos, ciudades españolas y diásporas cruzadas— no reclaman ayuda. Exigen responsabilidad. El deber pendiente del que ha huido una y otra vez la clase política que ha dirigido el país desde la transición que precipitó la muerte de Franco. La memoria familiar, la experiencia con una administración que les trata como extranjeros -cuando son descendientes de la provincia número 53 de España- y la lucha cotidiana sostienen un discurso que ya no es humanitario, sino político.
Taleb Alisalem no habla de militancia como elección. Lo formula como condición vital. “No solo soy nieto del exilio, también soy hijo del exilio”, afirma. “El trabajo que hacemos, el activismo, la lucha, continuar con ese ejercicio de la resistencia no es una elección que nosotros tomemos, sino que es fruto de haber nacido en medio de un conflicto que condiciona nuestra vida y que la marca para siempre”, reconoce en conversación con El Independiente. Por eso, dice, “el ser hijos del exilio también nos condiciona a mantener esta lucha y a llevar la resistencia allá donde podamos”. Desde principios de noviembre Taleb se halla en Japón difundiendo la causa de la última colonia de África, un territorio no autónomo que sigue esperando.
La derecha habla de Venezuela mientras guarda silencio cómplice con Marruecos. La izquierda habla de Palestina, pero se olvida de que tienen una responsabilidad directa con el pueblo saharaui
En su relato, el vínculo con España se establece directo, sin medias tintas: “Mucha gente ha entendido la cuestión del Sáhara occidental como una cuestión de solidaridad, una cuestión humanitaria, cuando es una cuestión de responsabilidad y es una cuestión política”. No hay rencor, insiste: “Yo admiro a mi pueblo porque no hay nada de rencor hacia España”. Pero sí un mandato: “No pedir solidaridad ni robar limosna, sino exigir responsabilidad a los políticos españoles”.
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