Por Isabel Lourenço
El derecho internacional se ha considerado durante mucho tiempo una salvaguardia contra los horrores del poder estatal descontrolado, un marco diseñado para regular el comportamiento entre naciones, defender la dignidad humana y prevenir atrocidades. Sin embargo, hoy en día, no presenciamos un colapso o un fracaso temporal, sino algo más profundo e insidioso: un estado de decadencia. El término que mejor describe este fenómeno es necrosis, un proceso patológico en el que el tejido muere por falta de circulación, infección o lesión. Aplicada al orden jurídico internacional, la necrosis se refiere a una muerte sistémica y generalizada de normas, protecciones e instituciones, acelerada por la impunidad, la asimetría de poder y la aplicación selectiva.
Este artículo propone el concepto de necrosis jurídica[1] como marco analítico y herramienta de diagnóstico. Así como la necrosis en el cuerpo humano comienza en una extremidad y, si no se trata, se extiende a órganos vitales y finalmente causa la muerte, el derecho internacional hoy experimenta una muerte desde dentro. Comienza con violaciones persistentes que no se castigan ni se disuaden, y se propaga a través de instituciones inertes por el compromiso político y los sesgos estructurales. Si esta necrosis no se aborda con una intervención radical —una amputación institucional y normativa del tejido muerto—, el cuerpo legal no sobrevivirá.
En el centro de este diagnóstico se encuentra el Sáhara Occidental, un caso prolongado y jurídicamente inequívoco de colonización y ocupación que sigue sin resolverse no por ambigüedad jurídica, sino por la complicidad institucional y el silencio de los propios organismos encargados de su cumplimiento. Desde la invasión y ocupación ilegal del Sáhara Occidental por Marruecos en 1975, el pueblo saharaui ha sufrido lo que podría describirse como un genocidio lento y estructural. Esto incluye el empobrecimiento forzado, las violaciones sistémicas de los derechos humanos y el saqueo de recursos naturales como los fosfatos y las poblaciones de peces, todo ello en clara violación de las normas jurídicas internacionales y reiteradas sentencias, incluidas las del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Los proyectos de lavado de imagen han añadido una capa de cinismo en las relaciones públicas, enmascarando la violencia extractiva bajo el lema de la energía sostenible y la acción climática.
De forma más insidiosa, el Sáhara Occidental sufre una ingeniería demográfica diseñada para diluir la identidad saharaui, la retirada de la nacionalidad y la condición cívica, y el exilio continuo de gran parte de su población. El borrado cultural, o culturicidio, se impone mediante la represión sistemática de la lengua, la memoria y la disidencia, mientras que sistemas similares al apartheid mantienen derechos distintos y desiguales para los colonos y los indígenas saharauis. La larga duración del conflicto y la ausencia de consecuencias constituyen una forma de anulación legal: la sustitución de la ley por una ilegalidad controlada y sancionada. En este caso, el derecho internacional no solo está incumpliendo sus obligaciones, sino que se ha convertido en tejido necrótico, muerto, en el cuerpo político global.
Lo que el Sáhara Occidental revela a gran escala temporal, Gaza lo muestra en tiempo real. Desde octubre de 2023 y con una intensificación hasta 2024-25, el ataque israelí contra Gaza ha puesto de manifiesto el colapso total del derecho internacional humanitario. (…)
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[1] Definición: Necrosis jurídica
*La necrosis jurídica es el término que utiliza el autor para referirse al deterioro irreversible de las funciones protectoras y normativas del derecho internacional, provocado por violaciones sostenidas, la aplicación selectiva y la erosión de la universalidad. Al igual que la muerte tisular en un organismo biológico, la necrosis jurídica se propaga por la inacción y la complicidad, y en última instancia conduce al colapso del orden jurídico a menos que se trate radicalmente.