Publicado por Mohamed Kandil, bloguero, activista de derechos humanos y político marroquí independiente
En Marruecos hoy hablan antes las cifras y los hechos que las palabras: una economía en ruinas, empresas extranjeras que se marchan sin retorno, proyectos estratégicos congelados o anulados, deudas que crecen como bola de nieve, un sistema educativo moribundo, una sanidad colapsada y una justicia enterrada hace tiempo. Mientras tanto, la cúpula política y económica —esa alianza entre monarquía y majzén— continúa saqueando las riquezas del país y anestesiando al pueblo, protegida por un tutelaje multinacional que incluye a Francia, Israel y los Emiratos Árabes.
El régimen vive un proceso de descomposición interna: luchas por la sucesión en el trono, guerras entre facciones de los servicios de inteligencia y corrupción en todos los niveles. Incapaz de garantizar estabilidad, recurre a políticas absurdas como la instalación forzada de miles de africanos subsaharianos en detrimento del propio pueblo marroquí.
Pero lo más sorprendente —y lamentable— no es solo el colapso del Estado, sino el deterioro mental de una parte de la sociedad, en especial los aâyasha y los voceros del régimen y su prensa amarilla. Han convertido a Argelia en chivo expiatorio de todas las desgracias:
- ¿Se hunde la economía? Culpa de Argelia.
- ¿Fracasan los proyectos? Culpa de Argelia.
- ¿Se multiplica la corrupción? Culpa de Argelia.
- ¿Se busca tutela extranjera? Culpa de Argelia.
- ¿Llega migración subsahariana? Culpa de Argelia.
Incluso si no llueve, ¡seguro que es por Argelia!
Este delirio patológico se ha transformado en una peste psicológica que destruye la lógica y anula cualquier capacidad de pensamiento crítico. La verdad es evidente: el verdadero enemigo no está fuera, sino dentro, sentado en el trono, saqueando, corrompiendo y pactando con Occidente y el sionismo para perpetuar su poder.
La estrategia no se limita al frente interno: también alcanza a la disidencia en el exilio. Quienes nos hemos visto obligados a abandonar el país por la represión sufrimos los insultos y ataques de los aâyasha, de la prensa del régimen e incluso de ciertos falsos opositores. Basta con escribir un artículo, denunciar una catástrofe económica o una estafa política, para que nos acusen de “separatistas”, “agentes de Argelia” o “traidores”. No son simples insultos, sino intentos calculados de destruir nuestra credibilidad e impedir que nuestra voz llegue al pueblo. Sin embargo, esas acusaciones —que ellos creen deshonrosas— son en realidad medallas de honor: significan que no formamos parte del rebaño, que rechazamos participar en la farsa de lealtad al majzén y a la monarquía.
En ciencia política, esta práctica se conoce como “construcción del enemigo” (Enemy Construction): crear o exagerar una amenaza externa para desviar la atención de las crisis internas y cohesionar al pueblo en torno a la autoridad. Así, el régimen marroquí, con su maquinaria propagandística, ha convertido a Argelia en el “enemigo eterno” para explicar cada fracaso, desde la economía hasta el agua. El objetivo no es convencer, sino generar un clima psicológico en el que cualquier crítica interna se traduzca en “traición a la patria”.
Esta política mata el pensamiento crítico y mantiene a la sociedad prisionera del miedo. Pero lleva en sí misma la semilla de su fracaso: las mentiras no dan de comer a un hambriento, no curan a un enfermo ni devuelven la dignidad perdida.
En conclusión: la “obsesión argelina” no es solo propaganda política, sino un mecanismo psicológico para anestesiar conciencias y desviar la ira popular del verdadero problema: la alianza entre monarquía y majzén. Es la estrategia del “enemigo externo permanente” para justificar represión y fracasos. Pero la historia demuestra que esas farsas no duran para siempre… y cuando los pueblos despiertan, no vuelven a dormir.
Origen: El complejo argelino… La plaga psicológica del Majzen marroquí