«Cuando me dijeron que había una alerta de atentados en Tinduf me quedé en shock y llamé a la familia que voy a visitar para decirles que no podría ir», comentaba ayer Carmen Roldán minutos antes de embarcar en el avión rumbo a Argel.
«Mis niños me decían: ¿por qué no vas a venir si aquí está todo bien?», explica. Se puso a indagar y cuando supo que no se iban a suspender los vuelos no tuvo que pensarlo: «He ido más veces y me siento protegida. Puede ser que ocurra, pero puede ocurrir en cualquier parte del mundo», señaló.
Los vuelos 970, 971 y 972 con destino a Argel partieron ayer al mediodía del aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas con toda normalidad. Y el pasaje, de cerca de 300 personas en total, con total tranquilidad. A sabiendas, eso sí, de que tenían por delante un viaje largo y pesado. Son dos horas de vuelo a la capital argelina y casi ocho de espera hasta que, a las once de la noche, despegaran rumbo a Tinduf, el centro logístico de los campamentos de refugiados saharauis.
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