El arma más poderosa del pueblo saharaui hoy no son los tanques ni los misiles: es su juventud. Una generación que ha crecido entre la ocupación, el exilio forzado y el abandono internacional, pero que se niega a ser silenciada. Estos jóvenes no aceptan el destino de olvido que Marruecos y sus cómplices les han querido imponer. Desde los campamentos de refugiados en Tinduf, desde las ciudades ocupadas o desde la diáspora, han convertido las redes sociales en trincheras de lucha y en altavoces de una causa que los poderosos pretenden enterrar.
Frente a un régimen marroquí que reprime, tortura, hace desaparecer y asesina en silencio con la complicidad de gobiernos occidentales —como el de España o Francia—, la juventud saharaui graba con sus móviles las pruebas de los crímenes, denuncia las palizas en las calles de El Aaiún, las detenciones arbitrarias, el espionaje, las violaciones de derechos humanos. Lo que no sale en los informativos vendidos al chantaje de Rabat, lo publican ellos en TikTok, Instagram o X, rompiendo el bloqueo informativo que oculta la brutalidad de la ocupación.
Esta juventud no le pide permiso a nadie para contar su verdad. Sabe que las Naciones Unidas no harán cumplir el referéndum prometido, que la Unión Europea prefiere los negocios con Marruecos antes que la justicia, que los grandes medios callan o manipulan. Por eso ha decidido hablar en primera persona. Con cada vídeo viral, con cada hilo de denuncia, con cada campaña digital, estos jóvenes construyen un relato propio, indomable, que escapa a la censura marroquí y desmonta la propaganda oficial que pretende presentar al Sáhara como «marroquí».
En el exilio, los jóvenes saharauis coordinan acciones, organizan manifestaciones, impulsan campañas globales como #FreeWesternSahara o #SaharaLibre, desenmascarando a los lobbies de Rabat en Europa y a sus peones mediáticos. Las redes se han convertido en un campo de batalla donde no hay tregua: cada publicación es un golpe contra el muro del silencio, cada imagen compartida desde las zonas ocupadas es un acto de resistencia frente al colonialismo marroquí.
Ni siquiera en los campamentos, donde la conexión a internet es frágil y los recursos mínimos, esta generación se resigna. Con pocos medios pero con enorme dignidad, difunden reportajes, entrevistas, denuncias, formando una red de comunicación saharaui que atraviesa fronteras y desmonta mentiras. Las jaimas de Tinduf se han conectado al mundo, y desde allí los jóvenes recuerdan que el Sáhara Occidental no es una causa muerta, como quieren hacer creer algunos, sino una lucha viva, activa, impaciente por su liberación.
Frente a los millones de euros que Rabat gasta en sobornos, en propaganda y en lobby político, la juventud saharaui resiste con la fuerza de la verdad. Y eso no hay ocupante ni aliado extranjero que pueda comprar. Ellos mismos escriben su historia, su presente de resistencia y su futuro de liberación. El pueblo saharaui no está vencido, porque su juventud no acepta rendirse.
Mientras exista una conexión a internet, un móvil encendido, una cuenta abierta en redes, la voz saharaui seguirá llegando al mundo, denunciando la ocupación, exigiendo justicia, reclamando la libertad que les pertenece por derecho. Marruecos puede ocupar la tierra, pero no puede ocupar la dignidad de una generación que ha decidido no callar nunca más.
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