Con una “mano tendida”, Marruecos intenta asegurar la estabilidad y adormecer el conflicto saharaui. Jamal Benomar alerta sobre el temor marroquí a un resultado desfavorable en el referéndum.
Por Héctor Bujari Santorum |
La mesa de operaciones del ocupante marroquí está en plena ebullición respecto al dossier del Sáhara Occidental. Los hechos recientes lo confirman: tras la visita de Massad Boulos a Argelia, se firmaron numerosos acuerdos energéticos, pero también se abordó la cuestión saharaui. Como respuesta, se han producido dos movimientos significativos: una reunión exprés no programada entre Marruecos y Francia, y la inclusión del tema del Sáhara Occidental en el último discurso de Mohamed VI.
Conviene separar el grano de la paja y analizar estos hechos con profundidad.
Para empezar, como ya mencioné anteriormente, la historia parece repetirse en las palabras del hijo de Hassan II:
«Mostramos nuestro interés en alcanzar una solución consensuada. Sin vencedores ni vencidos. Una solución que salve la cara a todas las partes.»
Habla del Sáhara, pero en el fondo se refiere a la estabilidad del propio trono marroquí. Cuando Hassan II percibió que se acercaba su final, aceptó —al menos en apariencia— la posibilidad de un referéndum y comenzó a hablar de una “solución mutuamente aceptable”. Su objetivo real era calmar tensiones internas, garantizar una transición ordenada y evitar un conflicto abierto.
Hoy vivimos un escenario similar: promesas vagas de solución, la ilusión de una nueva negociación bajo términos distintos. No debemos dejarnos engañar. La única vía legítima pasa por la resistencia activa hasta lograr una solución real y justa. Esto debe quedar claro.
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