No era nada nuevo, simplemente había proclamado in voce lo que todo el mundo sabía, uniéndose –carente de pudor, cuando debería abochornarse– a la camarilla de mitómanos formada por Trump y Sánchez. Con este último comparte ¿casualmente? el “honor” de haber sido espiado por la narcomonarquía marroquí (él y 14 de sus ministros) a través del malware Pegasus (desarrollado por la firma cibernética sionista NSO).

Macron, como Sánchez, ha decidido acompañar al monarca alauí en su huida hacia adelante

En un persistente intento de blanquear el genocidio de todo un pueblo y la ocupación ilegal de su tierra; tanto Macron, como Sánchez –antes– han decidido acompañar al (ausente en todos los sentidos) monarca alauí en su huida hacia adelante; sabiendo –duro es reconocerlo– que tanta carrera y tantos aspavientos empiezan y acaban en la asunción y adicción a la política del avestruz, que es la única que conocen los políticos de su talla. No se puede blanquear lo inblanqueable. Se puede teñir de un color un vaso de agua, pero no se puede hacer lo mismo con el mar. Y, sobre todo, no se puede blanquear la ocupación ilegal de un territorio, porque ¡tiene dueño! Un dueño que considera que cada palmo de su tierra es sagrado y vale cada gota de sangre que se ha derramado y –a día de hoy– se sigue derramando por él desde hace medio siglo. Esto es un hecho tangible e incontestable, y no es el humo que Macron y Sánchez se empecinan en vender al dictador marroquí.

El lunes (28 de octubre) Macron se desplaza a Rabat en compañía de nueve de sus ministros y una numerosa delegación (compuesta básicamente por empresarios) que roza el centenar. Atrás quedaron –aparentemente– los tres años de la relación áspera (con sello de Pegasus) marcada por desavenencias, difamaciones y desplantes; y Macron es recibido con honores y vítores en la capital del reino. Es el “salvador” galo que, en nombre de Francia, está dispuesto a incurrir en falso testimonio para complacer al régimen majzení, arrogándole un territorio que no le pertenece.

En realidad, el señor Macron, que no está en su mejor momento (su moral y su popularidad –con un raquítico 18%– están por los suelos y fue abucheado en la clausura de los Juegos Paralímpicos de París) es el que viene a buscar la redención en Marruecos. La osadía de dar por legal lo que no lo es y el lugar al que vino a parar en busca de salvación, dan una idea de la situación desesperada en que se halla el –por ahora– inquilino del Elíseo.

Coincidiendo con la llegada de Macron a Rabat, el Ministerio de Asuntos Exteriores francés altera el mapa de Marruecos que aparecía en su página web. En su lugar ha publicado un falso mapa en el que la línea fronteriza (27° 40´ N) que separa a Marruecos del Sahara Occidental aparece borrada. El presidente de Francia acaba de falsear la geografía política, adjudicando –de un plumazo– al reino alauí, un territorio cuya superficie (266.000 Km²) supera la mitad de la extensión de Marruecos (446.550 Km²), como si de una parcela de su propiedad se tratara.
Si, al permitir a la entidad Studyrama publicar –a finales de agosto– una agenda escolar que incluía un mapamundi en el que se anexionaba el Sahara a Marruecos, Macron había puesto en entredicho la calidad y la legalidad del sistema educativo francés; hoy, con la publicación de este falso mapa en la web de Exteriores, Emmanuel Macron ha puesto en tela de juicio la credibilidad de la República francesa como Estado de derecho.

Con este acto, Emmanuel Macron, en nombre de su país, se ha declarado, abiertamente, cómplice directo del genocidio de un pueblo y de la ocupación ilegal de su territorio, a sabiendas de que el Sahara Occidental está catalogado por las Naciones Unidas como Territorio No Autónomo pendiente de descolonización, además de ser la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) un Estado de pleno derecho de la Unión Africana (UA), que el mismo Marruecos (para posibilitar su ingreso en la UA) se vio obligado a reconocer, no solo como Estado miembro de la UA, sino como miembro fundador de este Organismo internacional.

Esta adjudicación millonaria, que codiciaban las empresas españolas, coreanas y chinas, es el precio de Macron a su apoyo taxativo a las tesis marroquíes de anexión