El 30 de octubre de 1975, el rey Hassan II, organizó una Marcha compuesta por unos 350.000 “manifestantes” para “recuperar” el Sahara Español. Esta marcha financiada por dinero de los países árabes conservadores y asesoramiento de la CIA, fue la cortina de humo de la invasión militar marroquí del citado territorio.
Por Jorge Alejandro Suárez Saponaro/ECS
Marcha Verde: la catástrofe saharaui.
— ECSaharaui (@ECSaharaui__) October 25, 2021
La Marcha Verde aceleró los tiempos del abandono del Sahara y el inicio de una tragedia colectiva para los saharauis que llega hasta estos días.https://t.co/Adpw7IrwxA pic.twitter.com/EhaaRicB2s
Buenos Aires (ECS).- El año 1975, fue sin ninguna duda un punto de inflexión en el Sahara Español. El General Franco, enfermo, y en las puertas de la muerte, mantenía en vilo a la dirigencia política española, que se estaba preparando para el “día después”, dejando de lado cuestiones de valor estratégico como la Cuestión del Sahara. El Régimen estaba aislado internacionalmente, y las presiones de Estados Unidos y Francia eran a favor de la tesis entreguista, en otras palabras favorecer a Marruecos, especialmente ante Argelia, país cercano a Moscú, y en un África, donde los aliados de Occidente, eran más bien escasos. Agregándose los intereses sobre los ricos yacimientos de fosfatos del Sahara.
Entre 1974-75, España denunció ante Naciones Unidas, 24 incidentes armados, patrocinados por Marruecos, ya sea por medio de organizaciones armadas presuntamente saharauis – en verdad una fachada de los servicios de inteligencia marroquíes – o unidades del ejército marroquí. En todos los choques, las fuerzas españolas se impusieron y rechazaron a los atacantes, especialmente en manos de los endurecidos soldados de la Legión Española. A ello se agregó la presión diplomática y política de Marruecos, para obligar a Madrid a ceder el Sahara. Una verdadera maniobra de desgaste desplegada en todos los frentes, explotando con suma habilidad la debilidad de España en esos momentos tan cruciales, que era nada menos la pronta salida de escena del dictador Francisco Franco.
No cabe duda que el “frente interno” condicionaba fuertemente al gobierno español de aquellos años. El asesinato del almirante Carrero Blanco, “delfín” del Generalísimo, en manos de la banda terrorista ETA, abrió las puertas para que prevaleciera la tesis entreguista, frente al Ministerio de Asuntos Exteriores, que apoyaba la idea de un Sahara independiente, cumpliendo con las promesas realizadas a los Saharauis y respetar el derecho internacional. Arias Navarro, personaje con poco conocimiento en materia de política exterior, y al parecer muy permeable al lobby pro marroquí, cedió a la tesis entreguista. Hassan II, presionaba con ofertas, como también nacionalizar bienes privados de importantes intereses españoles en Marruecos, agregándose la amenaza velada de guerra, a sabiendas que Estados Unidos, le había dado la espalda a España, y el pleno apoyo francés a su aventura.
España tenía una política contradictoria, por un lado con subsidios apoyaba la creación de empleos para los saharauis, construían una nueva sede para la Asamblea General del Sahara, una nueva central telefónica, carreteras y viviendas, y por otro había una pugna de quienes querían entregar el territorio, seguramente a cambio de acumular “ahorros” en sus cuentas de bancos, así como intereses económicos de grupos empresariales, las negociaciones para entrar a la Comunidad Económica Europea – que Francia formaba parte – los suministros de petróleo de países del Próximo Oriente (las petromonarquías eran aliados del régimen de Rabat y enemigos acérrimos de cualquier movimiento republicano y progresistas árabe). Quienes apoyaban la idea de la independencia, el bastión era el Ministerio de Exteriores y empresas ligadas a intereses económicos con Argelia. El 21 de mayo de 1975, la Misión Visitadora de Naciones Unidas, expresó al gobierno español que la voluntad unánime del pueblo saharaui era la independencia. Los informes del Alto Mando y del gobierno colonial, llevaron al gobierno a publicar una Declaración sobre el Sahara, que hablaba que España no pretende en modo alguno prolongar su permanencia en el Sahara y dejaba todo en manos de Naciones Unidas, al ajustarse a las resoluciones relativas a la descolonización. A pesar de la postura, derrotista, por decirlo de alguna manera de Arias Navarro, sectores militares, políticos y diplomáticos sondearon la posibilidad de la autodeterminación sin referéndum, entregando el poder al partido dominante, como hicieron los portugueses en Mozambique. Idea que no prosperó lamentablemente.
El 29 de mayo de 1975, Hassan II, intento convencer a Franco, que dejar al Sahara en manos del Frente POLISARIO, era un serio riesgo, abriendo las puertas al comunismo. El monarca alauita siempre fue un experto en mentiras. En el Sahara el Gobierno General organizó una comisión para fijar la valuación de los bienes españoles, la orden vino directa de Madrid, orden que estaba estrechamente relacionada con la tesis entreguista, prueba de ello fue la renuncia del coronel Rodríguez de Viguri, funcionario del gobierno colonial, meses más tarde, al saber que España había acordado con Rabat la entrega del territorio. No solo se estaba haciendo un “inventario” de bienes y fijar su valor, sino por medio de la Operación Camello, que consistió en microfilmar toda la documentación del Gobierno General, dado que parte de esta sería destruida, al decidirse no evacuarla a la metrópoli. También se hizo un relevamiento catastral de localidades, fotografías aéreas y un censo de edificios públicos. Toda esta labor se hizo en secreto y solo un grupo reducido de altos funcionarios sabía de estos trabajos.
El reconocido académico Carlos Ruiz Miguel, señaló en su oportunidad, que la entrega del territorio saharaui fue decidida en la reunión del consejo de ministros del 20 (o 24) de octubre de 1975. Quien se opuso a ello, fue el titular de exteriores, Cortina. La diplomacia española lidiaba una dura batalla legal y diplomática en el Tribunal Internacional de La Haya. En junio los jefes de inteligencia militar marroquí y española, Dlimi y Ricardo Arozazena, se reunieron para ultimar los detalles de la entrega del Sahara Español. Los “entreguistas” para justificar su traición a España y a los saharauis (que hasta ese momento eran españoles de pleno derecho), decían que un Sahara independiente, favorecería que los nacionalista canarios del MPAIAC, tuvieran base para lanzar sus acciones y las estratégicas Canarias podían perderse. El Ministerio de Información se tomó el trabajo de difundir esta versión en mayo de 1975. En esos meses fatídicos, el Alto Mando en Canarias, tenía listo el plan de evacuación del Sahara, la tristemente célebre Operación Golondrina, que fue aprobado por el Gobierno en octubre de ese año. Su elaboración fue ordenada por la Junta de Jefes de Estado Mayor previamente el 18 de junio, previéndose una serie de fases bien definidas, a fin de garantizar una evacuación ordenada de la población civil, posteriormente militar y garantizar mientras tanto una administración interina, evitando el vacío de poder.
El Gobierno español conocedor de que la “Marcha Verde” estaba era una realidad, envío otro personaje, también que forma del electo de traidores tanto a su país como a los saharauis, Solís, el 24 de octubre, el ministro marroquí Laraki, viajó a Madrid para negociar la entrega del Sahara. En esos días, Jatri, presidente de la Asamblea General del Sahara, viajó a Rabat y juró lealtad al rey marroquí. Mientras este triste personaje rendía honores al monarca alauita, las mentiras a los saharauis seguían. En momentos de máxima tensión en la frontera saharaui marroquí. El príncipe Juan Carlos, el 6 de noviembre de 1975, viajó arengar a las tropas españolas allí apostadas, donde hizo saber el “compromiso” de España por defender el Sahara.
Franco era un hombre anciano y muy enfermo. No obstante ello, le hizo saber al embajador español en Naciones Unidas, De Piniés, que consideraba a Marruecos enemigo de España. Franco tuvo su responsabilidad en el destino del Sahara. Las divisiones en el gobierno al respecto, el las explotaba a su favor para seguir siendo el único árbitro de los asuntos españoles. El Dr. Carlos Ruiz Miguel resume la actitud del Generalísimo de la siguiente manera: el Sahara no fue independiente porque él no quiso, y se entregó a Marruecos porque él no lo evitó.
En el Sahara el clima era de máxima tensión. Los marroquíes seguían infiltrando efectivos armados, bajo la pantalla de organizaciones saharauis pro Rabat. Uno de sus ataques más importantes, fue contra el puesto de Mahbés, defendido valientemente por un joven teniente español, que logró rechazar el ataque y capturar a los agresores. En El Aaiún, hubo atentados con bombas y la Policía Territorial desarticuló una red de 14 infiltrados que reconocieron que eran agentes marroquíes. En Ceuta y Melilla, también hubo atentados terroristas, motorizados por los servicios secretos de Rabat. El Frente POLISARIO, continuaba con su campaña militar, que a pesar de no tener la fuerza para derrotar a los españoles, fue una escuela para formar cuadros y combatientes, incrementar la influencia entre los saharauis, como resultó con los soldados de las Agrupaciones Nómadas. Madrid tuvo que negociar y reconocer la influencia del Frente, cuando capturó un número de cuadros militares españoles, que fueron prisioneros por 121 días en Argelia.
La desconfianza hacia el personal saharauis de las Tropas Nómadas, terminó con su reemplazo por efectivos de la endurecida Legión Española, una infantería ligera de elite, a pesar que las tropas Nómadas eran eficaces evitando la infiltración de elementos marroquíes.
Las agresiones marroquíes llevaron a los españoles a desarrollar una táctica particular, por su escaso número: limitarse a rechazar los ataques y evitar la persecución, por estar expuestos a un ataque de mayor magnitud. Las fuerzas españolas rechazan a los marroquíes en Amgala, junto a la frontera mauritana, atacada el 23 de marzo de 1975; otro ataque fue rechazado por los españoles en el puesto de Edcheria los españoles el 4 de junio de 1975. Hubo casos que se lanzaron persecuciones que terminaban con la captura de las patrullas marroquíes. En agosto de 1975 una patrulla de la célebre Legión española capturó una patrulla marroquí de 15 efectivos. Estas son pruebas más que elocuentes de que las intenciones marroquíes distaban de ser pacíficas. La presión militar era realizada a través de escaramuzas fronterizas (ataques con misiles antiaéreos contra aviones españoles, minas antitanque sembradas en pleno territorio saharaui, etc.), tanto de subunidades del Ejército marroquí, como del FLU (Frente de Liberación y Unidad por el Sahara), organización paramilitar conducida por los servicios de espionaje marroquíes. Sus acciones costaron vidas, tanto civiles como militares. Los atentados terroristas en El Aaiún tuvieron consecuencias fatales. El malestar del Ejército del Sahara era creciente, como de los colonos, ante el clima de inseguridad generada por la insurgencia y el accionar marroquí.
Los militares españoles tenían sus divisiones en torno a la Cuestión del Sahara, por razones ideológicas los que apostaban a la tesis entreguistas, tenían temores que la República Saharaui, fuera un satélite de Argelia y base para la infiltración comunista, agregándose que la crisis podría afectar la estabilidad en Marruecos y caer en manos de un régimen revolucionario y afectar a España directamente. A pesar de las demostraciones de fuerza de Hassan II, su actividad diplomática, todavía Madrid podría dar un golpe de timón, que haría tambalear un régimen que no hacia poco había tenido un agudo enfrentamiento con el estamento militar. Olvidaban los altos mandos españoles la ideología del Gran Marruecos, que se extendía a las Islas Canarias. Una visión simplista del problema tendría sus consecuencias en el futuro. El general Manuel Gutiérrez Mellado, alto mando del Ejército en esos días, directamente se pronunció a favor de Marruecos y junto con otros sectores político militares buscaron evitar que los ultra o líneas duras contrarias a la entrega del Sahara ocuparan posiciones clave en el Alto Mando militar. Este peculiar personaje, no dudó en hacerle saber al presidente de gobierno, Arias Navarro, su posición y en pronunciarse abiertamente contra los sectores duros. Asimismo insistió en un entendimiento con Marruecos, olvidándose que dicho país estaba detrás de acciones beligerantes y hasta terroristas, basándose en el peligro argelino y la concesión del futuro estado saharaui, como un títere de Moscú. Sin ninguna duda, un desconocedor de las realidades geopolíticas de la Guerra Fría y el reparto de áreas de influencia que había hecho tácitamente las dos superpotencias. El general Gutiérrez Mellado, apoyaba sus argumentos en contra de un enfrentamiento armado con Marruecos, por problemas que iban desde cuestiones logísticas – por la distancia del teatro de operaciones – y la oposición del enemigo, con un escenario político similar al vivido por Estados Unidos en Vietnam. Algo muy lejos de la realidad, dado la incontestable superioridad militar española, pero que algunos autores, como Rodríguez Jiménez, dejan entrever que no era más que una maniobra destinada al equipo diplomático español en Naciones Unidas, para presionar una salida del Sahara, favoreciendo la tesis entreguista. Tiempo más tarde, ya siendo Adolfo Suárez, jefe del gobierno, llegó a tener un alto cargo dentro del Ministerio de Defensa.
Los militares desplegados en el Sahara, su ánimo era favorable a oponerse a cualquier posibilidad de entrega del territorio. El mismo gobernador general Gómez de Salazar, no recibió de buen grado las órdenes de la Operación Golondrina. Pero uno de los más tenaces opositores a una salida sin combatir a Marruecos era el coronel José María Timón de Lara, el comandante del Tercer Tercio de la Legión, junto con altos funcionarios del gobierno y el Estado Mayor del Sector. Esta oposición militar, preocupada los más altos niveles en Madrid, dado la situación de Franco, con temor a una intentona golpista. Esta situación, motivó la presencia del príncipe Juan Carlos, que hizo una visita relámpago al El Aaiún, haciendo promesas para evitar que jefes “duros” adoptaran medidas contrarias a la tesis entreguista.
La cuestión de los internes españoles fue objeto de debates internos en el gobierno y así nació la Operación Pelícano, donde se planteaba diversos escenarios, que van desde el destino de las inversiones de Bu Craa hasta la idea de formar un gobierno provisional saharaui, algo que veían como dificultoso, dado las posturas encontradas, la ausencia de instituciones locales viables y creíbles (culpa que tuvo España). Esto quedó solo en los papeles y prueba el grado de improvisación con el que se manejaba el gobierno de Arias Navarro. Algo que difería de sus adversarios, que si tenían bien en claro lo que buscaban y desde hacia tiempo contaban con un accionar concreto y decidido, que les permitía explotar al máximo los errores y debilidades de Madrid en el tema. En este contexto apareció el Partido de la Unidad Nacional Saharaui o PUNS, un vano intento de una solución neocolonial, de carácter tardío, muy mal llevada a cabo y se pusieron al frente, personajes, permeables a la corrupción.
Ignorando las reales intenciones del gobierno español, el entonces Secretario General de Naciones Unidas, Kurt Waldheim, intentó contactarse con las partes en conflicto. El 30 de octubre el representante personal del Secretario General se entrevistó con el ministro español Cortina, quien se muestra favorable al plan de la ONU, en contradicción con las reales intenciones del jefe de gobierno español. Marruecos hizo saber que descarta la intervención de la ONU en el conflicto, así como todos los planes y propuestas que surjan de dicho organismo. Una postura irreducible y una amenaza velada de guerra. En estos momentos críticos, el rey marroquí decide jugarse su última carta: la Marcha Verde.
El fallo adverso de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, llevó a Hassan II, en base a mentiras a movilizar a 350.000 personas. Desde agosto de 1975, los marroquíes con dinero de las petro monarquías, el visto bueno de Henry Kissinger, Francia, y el asesoramiento de la CIA, montaron esta célebre manifestación, que en verdad iba ser una cortina de humo para cubrir la invasión marroquí del Sahara. El régimen de Rabat se valió de estos escudos humanos, dado que las fuerzas españolas, para evitar males mayores, crearon una zona colchón dentro del territorio Saharaui, permitiendo que los “manifestantes” ingresaran, cumplieran con su cometido de protestar o reclamar la “marroquinidad” del Sahara. En esos momentos tan delicados, el general Gómez de Salazar viajó Argelia para obtener algún tipo de apoyo, pero no lo logró, los argelinos ofrecieron mediar con el líder del POLISARIO, Mustafá Sayed El Uali. En España poco o nada se sabía de ello, por ser materia “reservada”, y el grueso de los ciudadanos no tuvo conocimiento de la magnitud del problema y la posibilidad de una guerra con el vecino del sur. Tal vez se hubiera movilizado a la opinión pública, el Régimen hubiera tenido manos libres para actuar de otra manera, pero el silencio, seguramente fue para ocultar la traición que se estaba cometiendo.
El Dr. Ruiz Miguel nos dice que el apoyo de Estados Unidos fu determinante a través de asesores para organizar semejante movilización. La magnitud de la Marcha requirió más 7.000 camiones, diez mil lideres para organizar a los cientos de miles de voluntarios; más de 400 médicos; cientos de ambulancias; 17.000 toneladas de alimentos; 23.000 toneladas de agua; y más de 2500 litros de carburante, etc. Todo esto no solo requiere una eficiente organización, que incluyó un aceitado mecanismo de coordinación entre las columnas de avance, la construcción de bases de apoyo, sino dinero para llevarla a cabo, que el gobierno marroquí no tenía.
Junto a la Marcha Verde, elementos de las fuerzas terrestres marroquíes, se desplazaron para tomar puestos abandonados por los españoles en el Saguía El Hamra, con la finalidad de invadir el Sahara. Lo que no sabían que en dichos puestos, elementos del Ejército saharaui los habían ocupado. El encuentro fue sumamente violento. El 20 de octubre Arias Navarro, reunió a la Junta de Defensa Nacional, donde la tesis de entregar el Sahara fue aprobada. Franco estaba ya muy enfermo y no podía tomar decisiones. En el Sahara, el alto mando tenía ya listo la Operación Marabunta, un eficiente dispositivo de defensa a cargo de 20.000 efectivos, que en aquel momento estaban mejor equipados y preparados que las fuerzas marroquíes. La operación consistía en impedir la toma marroquí de El Aaiún, centro de gravedad del dispositivo militar español. El mando español extendió una red de alambradas doble en dirección este – oeste hasta enlazar con el camino que desde la frontera norte se dirigía hacia la localidad de Hagunia. Al este de este lugar se extendía un río seco de difícil tránsito, el Uad Hagunia. Entre ambas alambradas se habían sembrado minas antipersonal. El objetivo era obligar a los participantes a seguir una serie de rutas pre fijadas de antemano. Bajo el concepto de “defensa a ultranza” se formaron una serie de potentes agrupaciones tácticas en el interior de la ciudad y sus alrededores. Las agrupaciones tenían como mínimo una “bandera” (batallón) de La Legión y como fuerza de reserva se contaba con un grupo de caballería legionaria para lanzar contraataques locales. Además las fuerzas desplegadas contaban con un grupo de artillería autopropulsada con cañones M-109, dotando de una gran cadencia de fuego al dispositivo militar, apoyados por un batallón de “carros” (tanques) AMX-30. En el interior del Sahara había desplegados unos 10.000 efectivos y llegado el caso podrían desplegarse en apoyo a las fuerzas españolas dos batallones paracaidistas. La disciplina y moral eran elevadas y las fuerzas españolas se consideraban aptas para destruir rápidamente a los 13.000 efectivos marroquíes que invadieron el Sahara con la Marcha Verde. La dotación de munición les hubiera permitido incluso avanzar hasta Rabat en menos de ocho días. El despliegue respondía a un modelo “conservador” pero sólido, detrás del dispositivo estaba el mar, controlado por la Armada Española. Esta había alistado a su Grupo Anfibio, mientras que submarinos y medios de superficie de la Flota, tomaron posiciones frente a las costas marroquíes. Llegado el caso bloquearían los puertos marroquíes.
En estos momentos de tensión el personal saharaui fue licenciado y desarmado, que rápidamente engrosó el creciente ELPS. La situación militar marroquí era precaria, sus líneas de abastecimiento se habían extendido más de lo debido, sus bases aéreas estaban lejos, a ello se sumaba la masa de civiles lo que implicaba un serio problema logístico. Nos dice Fuente Cobo que dado la superioridad naval española la posibilidad de un desembarco en la retaguardia marroquí – el peor escenario para la Defensa magrebí – hubieran tenido que librar una guerra de dos frentes. El alto mando marroquí era consciente de las posibilidades militares españolas, igual que el propio rey Hassan II, pero hábilmente el monarca supo explotar la situación interna dentro del gobierno español. A ello se sumaba un escenario más complejo, si los manifestantes quisieran saltar las alambradas, estimando el mando marroquí la muerte de 30.000 personas, provocando un escándalo internacional. También estaba la posibilidad de que España buscara maniobras dilatorias y con el tiempo la multitud de la Marcha Verde podría perder la paciencia y volverse en contra del rey.
El 6 de noviembre de 1975 se llevó a cabo la Marcha Verde, encabezadas por el primer ministro marroquí Ahmed Osmán, mientras que el valiente Hassan II, se quedó en Rabat, dado que su responsabilidad, era según el, permanecer en el puesto de mando. El Dr. Alberto Maestre Fuentes señala al respecto, que el príncipe Juan Carlos, jefe de estado en funciones, pactó las condiciones de la misma.
La historia es conocida. España estaba aislada internacionalmente, dado que Estados Unidos y Francia apoyaban a Marruecos. El país estaba enfrascado en el día después de la muerte del dictador y Juan Carlos, Jefe de Estado en funciones, estaba preocupado por su propia supervivencia. Hassan II, conocedor de la debilidad política, lo explotó a su favor, agregándose el elenco de traidores, presididos por Arias Navarro, que decidieron ceder un territorio de alto valor estratégico, a cambio de espejitos de colores.
La Marcha Verde aceleró los tiempos del abandono del Sahara y el inicio de una tragedia colectiva para los saharauis que llega hasta estos días. España a cambio de algunas presuntas ventajas económicas, firmó un cheque en blanco, los llamados “Acuerdos de Madrid” y arrojó por la borda años de esfuerzo, abandonar a los saharauis, que eran ciudadanos de pleno derecho y fortalecer a su enemigo marroquí, al otorgar el control de valiosos recursos económicos, condicionando hasta el día de hoy, los intereses españoles en el Norte de África. Los saharauis fueron los que se llevaron la peor parte, más de una década de guerra, desaparición forzada de personas, represión, y exilio.
Origen: Marcha Verde: la catástrofe saharaui.