Ya ha pasado más de un año desde que Pedro Sánchez diera por zanjado el inmovilismo de España en el conflicto saharaui y adoptase una determinación alejada de las posturas de sus predecesores: sin previo aviso, a través de una secreta carta remitida a Mohamed VI, el líder del Ejecutivo cedía el Sáhara Occidental a Marruecos aceptando su plan de autonomía como “la base más seria, realista y creíble para la resolución del contencioso”. De un plumazo. Con nocturnidad y alevosía. En un momento en el que ni siquiera el argumento de la real politik consiguió aplacar las críticas de los socios: sí, es cierto, nos estaban extorsionando con la migración; pero ¿de verdad era tan grave como para renunciar a tu posición estratégica, ir en contra de lo mandatado por la ONU, abrir una guerra con tus socios y presentarte en Europa con las manos atadas por un país chantajista cuya política exterior se rige por la malversación fronteriza? Y todo esto con España posicionándose como epicentro de las exportaciones de gas a Europa mientras dinamitaba puentes con Argelia. ¿Por qué? ¿Por qué después de 47 años de silencio y posición intermedia?
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Origen: Marruecos, el Sáhara y una pregunta sin respuesta