Marruecos, enredado en su ilusoria persecución del reconocimiento de la ‘marroquinidad del Sáhara Occidental’, no logra el apoyo de Trump – Por Ahmed Zain en ECSAHARAUI
ECS. Madrid. | »Marruecos vendió su alma al diablo» afirmó un avezado diplomático momentos después de conocerse que Trump reconocía la ilusoria ‘marroquinidad’ de partes de la República Saharaui que ocupa el ejército marroquí desde 1975. Dicho tuit, elevado a reconocimiento, tuvo lugar a finales de 2020, y supuso el pistoletazo de salida de un rosario de crisis diplomáticas que, hasta la fecha, mantienen a Rabat enredado en una delicada y desgastante red de maniobras políticas de consecuencias imprevisibles.
Tildado en su momento como un »espaldarazo a Marruecos», Rabat lo acogió con satisfacción y se tragó el sapo de un enmarañado acuerdo tripartito junto a Israel y EE.UU (Acuerdos de Abraham) que ya hoy se antoja como uno de los peores movimientos de la diplomacia marroquí; más de cuatro años después de lo anunciado a bombo y platillo, ninguna concesión prometida a cambio de la normalización relaciones con Israel se ha materializado: no hay consulado americano en los territorios saharauis ocupados, no hay venta de drones MQ ni tampoco las multimillonarias inversiones prometidas por Trump.
En un movimiento vicioso y avasallante, la diplomacia marroquí se envalentonó y se lanzó a asegurar el apoyo internacional a su ocupación, y acabó rogando el apoyo a sus propios aliados tras verse completamente solo y con una situación interna inflamada tras la traición a la causa palestina. El supuesto reconocimiento por parte del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, tuvo un alto costo, ya que Marruecos tuvo que transitar el camino de la normalización con la entidad sionista. Sin embargo, este esfuerzo resultó ser insuficiente para obtener el anhelado reconocimiento a sus ambiciones expansionistas.
Con la llegada, de nuevo, del presidente Trump, la administración norteamericana mostró un compromiso renovado con el multilateralismo y las decisiones de las Naciones Unidas Como resultado de ello, el conflicto saharaui que involucra al Frente POLISARIO y Marruecos, volvió a ocupar el centro del escenario internacional con Marruecos empleando todas sus herramientas diplomáticas para lograr sus objetivos ilegales.
Las complejidades de la situación exponen un juego de múltiples niveles, dejando a Marruecos atrapado en un ciclo interminable de demandas crecientes. Cada hito alcanzado solo revela otro más, dejando al país en una perpetua búsqueda de reconocimiento. Las expectativas de la entidad sionista trascienden sus fronteras y abarcan requisitos y exigencias que hacen que el reconocimiento a las pretensiones marroquíes sea un objetivo en constante movimiento, en este sentido, los israelíes exprimirán al máximo a Rabat llevándole a posiciones extremas. Como parte del acuerdo, los territorios marroquíes se han convertido en sede de bases militares y operaciones de inteligencia sionistas, lo que complica aún más la situación.
El escenario resultante es que, a pesar de reconocer a Israel y la posterior normalización con la entidad sionista, esto no le garantizó el reconocimiento de la supuesta »marroquinidad» del Sáhara Occidental ni tampoco un consulado. Para sorpresa de nadie, tras alargar la espera y consolidarse la normalización con el transcurso del tiempo, los funcionarios israelíes comenzaron a elevar el precio de tal reconocimiento, yendo más allá de los lazos diplomáticos formales y ahondando en un territorio sensible como »Jerusalén como capital de Israel». Marruecos expuso en exceso sus puntos débiles al diablo.
Para agravar la situación, está el ruidoso silencio del Majzén con respecto a los habituales crímenes cometidos por la entidad sionista, más recientemente en Jenin y Gaza. Por lo que, si bien el reconocimiento hacia la entidad sionista puede servir como un gesto simbólico, el mutismo del Majzén no alcanza lo necesario para obtener el reconocimiento de la »marroquinidad del Sáhara Occidental». Este intrincado juego amenaza con mantener suspendido indefinidamente a Marruecos, persiguiendo la ilusión del reconocimiento ilegal hasta agotar sus recursos.
Las opciones de Trump
Al comenzar su segundo mandato, Trump tiene previsto abordar la cuestión del Sáhara Occidental y avanzar con su política implementada en 2020. La medida más obvia que podría tomar para implementar el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental es abrir un consulado en el territorio saharaui. Si bien Trump prometió abrir un consulado en Dajla en su primer mandato, la subvención y la planificación necesarias para llevarlo a cabo, por no hablar de los desafíos de seguridad que conllevaría, hacen imposible tal medida. Sin embargo, existen otras maneras en que la administración estadounidense puede consolidar su declaración de reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, como aumentar las visitas oficiales al Sáhara Occidental, incluyendo el ejercicio militar African Lion, o mantener el diálogo estratégico entre Estados Unidos y Marruecos en el Sáhara Occidental. Además, el Departamento de Estado podría ampliar el papel de la Presencia Virtual a algo más sustancial y simbólico que una página web provisional. Estados Unidos también podría presionar a algunos países europeos, que tienden a ser menos reacios al riesgo que Estados Unidos, para que establezcan su propia presencia en la región (En este caso Francia). En diciembre de 2019, Comoras se convirtió en el primer país en abrir un «consulado» en el Sáhara Occidental. Desde entonces, veintiocho países más (principalmente micropaíses africanos y árabes) han abierto consulados en el Sáhara Occidental.
Además, antes del anuncio de Trump de que Estados Unidos reconocería la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, la política estadounidense había impedido el gasto de asistencia bilateral estadounidense en la región. El Proyecto de Ley de Asignaciones del año fiscal 2014 incluyó por primera vez disposiciones que permitían que cierta asistencia económica bilateral se «dispusiera a cualquier región administrada por Marruecos, incluido el Sáhara Occidental». Sin embargo, como política, tanto la administración Obama como la administración Trump optaron por no destinar asistencia bilateral al Sáhara Occidental para evitar reconocer tácitamente la soberanía marroquí en la región. Si bien el gasto en ayuda exterior se encuentra actualmente en el limbo, si la administración retoma un patrón más regular de asistencia exterior, es posible que la administración Trump invierta el rumbo y destine asistencia bilateral a los territorios ocupados del Sáhara Occidental como una forma de reforzar la postura estadounidense sobre la soberanía marroquí. Además, el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Marruecos (que entró en vigor en 2006) y su legislación de aplicación establecen claramente que solo cubre el comercio y la inversión en el territorio de Marruecos reconocido por Estados Unidos, que actualmente no incluye el Sáhara Occidental. Sin embargo, con el cambio de política de Trump, los bienes producidos en el Sáhara Occidental podrían tener derecho a los mismos beneficios que el resto del territorio marroquí.
Otra posible vía para Estados Unidos en los próximos años consiste en aumentar la presión sobre Marruecos para que implemente el acuerdo tripartito. Israel inauguró una oficina de enlace en Rabat en agosto de 2021, y aunque la delegación israelí en Marruecos abandonó el país tras el inicio de la guerra entre Israel y Hamás, los diplomáticos israelíes regresaron discretamente al país en agosto de 2024. Marruecos también abrió una oficina de enlace en Tel Aviv, y la prensa israelí informó en julio de 2023 que Marruecos estaba «en proceso» de convertir la oficina en una embajada de pleno derecho tras el reconocimiento por parte del gobierno israelí de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, aunque estos esfuerzos se han retrasado a raíz de la guerra en Gaza.
Según Carnegie, Trump necesitará el apoyo de otros actores globales para implementar el reconocimiento de la soberanía marroquí en el Sáhara Occidental de una manera que aborde el conflicto en su totalidad. Su administración podría colaborar con los diplomáticos de otras naciones para rediseñar las fronteras terrestres y marítimas, así como para crear un acuerdo de reparto de poder entre el gobierno semiautónomo saharaui y Marruecos. Para establecer las fronteras, los gobiernos que han utilizado el Sáhara como moneda de cambio, como la administración Trump, deberían colaborar con sus homólogos marroquíes y saharauis para generar un acuerdo territorial de reparto de poder que permita a Marruecos materializar plenamente sus aspiraciones territoriales, a la vez que otorga al pueblo saharaui el derecho a un hogar permanente y el fin de la guerra.
Para resolver la cuestión del Sáhara Occidental, las partes implicadas deberán responder a muchas preguntas. La principal es la cuestión de las fronteras. Actualmente, Marruecos ocupa alrededor del 75 % del territorio del Sáhara Occidental. Si Marruecos alcanza la plena soberanía, ¿Cómo se administrará el 25 % restante? ¿Seguirá la RASD independiente y gestionando los territorios liberados del Sáhara Occidental?