✍️ Ahmed Omar, Campamentos de Refugiados Saharauis
En un acto de sumisión y complicidad, el régimen marroquí ha dado un paso más en su apoyo incondicional a Israel, un estado ampliamente criticado por sus acciones genocidas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos en Palestina y Líbano. Con una estrategia claramente calculada, Marruecos ha enviado a ocho periodistas a Israel, bajo la invitación directa del gobierno de Netanyahu, para encubrir las atrocidades israelíes y reforzar una imagen manipulada que intenta ocultar los crímenes cometidos contra civiles indefensos.
Este respaldo no es una novedad, sino la culminación de una larga historia de alianzas oscuras entre Marruecos e Israel, que se hicieron públicas de manera descarada en el marco de los Acuerdos de Abraham. En esta alianza, Marruecos se vendió a cambio de una promesa geopolítica: que Estados Unidos reconociera una supuesta soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, una ocupación ilegal y brutal que somete al pueblo saharaui desde hace casi cinco décadas. Esta concesión no solo traiciona los principios de autodeterminación y justicia, sino que muestra hasta dónde está dispuesto a llegar el régimen marroquí para sostener su expansionismo territorial, aunque esto signifique respaldar a un régimen acusado de genocidio.
La visita de estos periodistas, cuidadosamente seleccionados y financiados para maquillar la imagen de Israel, refleja la perversión moral del régimen marroquí. Mientras el mundo observa con horror las masacres y el sufrimiento de los pueblos palestino y libanés, Marruecos opta por aplaudir y colaborar con el verdugo, exponiendo su verdadero rostro: el de un estado dispuesto a ignorar el dolor humano y los crímenes de lesa humanidad en su afán de asegurar una legitimidad inexistente sobre el Sahara Occidental.
No es casualidad que Marruecos haya normalizado sus relaciones con Israel en uno de los momentos más oscuros de la ocupación palestina, ni es casualidad que se preste como cómplice en el intento de blanquear la imagen de un estado responsable de violaciones flagrantes a los derechos humanos. La realidad es clara: Marruecos ha escogido alinearse con el opresor, convirtiéndose en socio estratégico de una maquinaria de guerra que no distingue entre adultos y niños, que no respeta ni treguas ni derechos, y que mantiene a millones de personas bajo una opresión constante.
Para Israel, esta alianza con Marruecos es un respiro en medio de la condena internacional, una herramienta más en su intento por legitimar lo indefendible. Pero para Marruecos, esta complicidad desenmascara la hipocresía de un régimen que busca reconocimiento y legitimidad a costa de principios éticos y derechos humanos. Al aceptar ser el salvavidas de un régimen genocida, Marruecos demuestra que la opresión, la ocupación y el desprecio por la vida humana son los valores que realmente defiende.
Esta visita de periodistas marroquíes a Israel, con el pretexto de «fortalecer lazos», no es más que un espectáculo de propaganda, un intento fallido de disfrazar la verdad: que el régimen marroquí ha renunciado a cualquier principio de justicia y moralidad para convertirse en el cómplice de un estado opresor. Marruecos e Israel, unidos en su desprecio por los derechos de los pueblos ocupados, exponen su verdadera cara al mundo, una cara manchada por la represión, la ocupación y el genocidio.