Marruecos está embarcado en unos ambiciosos proyectos de extender líneas ferroviarias tanto de alta velocidad como convencionales que amplíen la oferta de movilidad ferroviaria a la mayoría de sus habitantes.

También en que su acción política esté regida por la apropiación del Sahara Occidental, sin pasar por el referéndum de autodeterminación saharaui con el que se comprometió ante las Naciones Unidas.

En lo que respecta a esto último, su prioridad de apropiación del Sáhara y la normalización de su conquista le hizo cambiar su política tradicional con relación a Palestina. Marruecos pasó de apoyar el Plan de Paz Saudí, ‘paz por territorios’, a formar parte de los Acuerdos de Abraham, diseñados por el entonces presidente estadounidense Trump y su sionista cuñado, Jared Kushner, que implicaban el reconocimiento de Israel sin más y sin limitar siquiera la extensión de asentamientos en territorios ocupados por Israel.

De hecho, el reconocimiento de este Israel supone un cheque en blanco a la política expansionista y colonizadora israelí frente a los palestinos. Israel no tiene definidas sus fronteras y ni siquiera reconoce las de la Partición de las Naciones Unidas de 1947, ni las del armisticio anterior a 1967. Pero hay que admitir que Marruecos, aliado de Estados Unidos en diferentes frentes y con relaciones subterráneas previas con Israel, hizo un dos por uno y consiguió normalizar las relaciones con el ocupante Estado de Israel a cambio de que éste y Estados Unidos reconocieran la soberanía del reino de Marruecos sobre el territorio del Sáhara Occidental, en contra del respeto al derecho internacional y de las decisiones de las Naciones Unidas.

Mohamed VI, rey de Marruecos, emir de los creyentes, presidente del Comité Al Quds/ Jerusalén, gobernante absoluto de áreas relevantes del país, como exterior y defensa, y empresario y comisionista al que no se le escapa una en sus negocios dentro del reino, ya con el establecimiento de relaciones con Israel, compra armas y tiene instructores de Israel, la tecnología de espionaje Pegasus, para espiar dentro y fuera de su reino  (incluyendo el Reino de España o las instituciones europeas), mientras da caridad a los palestinos para intentar ocultar sus contradicciones al tiempo que mete en prisión a los disidentes saharauis.

Dada su identificación con la conquista y colonización del Sáhara frente al derecho internacional, se utilizan los presupuestos del reino marroquí y sus inversiones necesitadas de proveedores externos para bascular la elección entre unas empresas de unos países u otros, para influir en los gobiernos donde residen las sedes de esas multinacionales. De pronto, esos gobiernos se hacen dúctiles a las prioridades políticas (y coloniales) estratégicas o económicas del rey y empresario Mohamed VI, desde IKEA a los acuerdos comerciales de la UE. Pero intentando la invisibilidad de la causa y efecto.

En esta vorágine de estar en todo, hay un pequeño desliz de Mohamed VI y su corte majzen que muestra la rotura de las costuras. Esto alimentará el abandono de su imagen formalmente propalestina, deteriorada tras el atraque de un buque militar israelí en Tánger hace unas semanas. Veremos si intentan censurar la información y encarcelar a la prensa respondona.

Así, en el caso del concurso de ingeniería ferroviaria, suponiendo que las ofertas técnicas eran similares, la Oficina Nacional de Ferrocarriles (ONCF) tenía que formalmente decantarse por una u otra oferta empresarial, Egis Rail (Francia) o INECO (España), pero especulamos que, como en otras ocasiones, ha habido una decisión regia. Días antes de hacerse público el ganador (y había habido retraso en la resolución de ese concurso), el presidente de la República francesa Emmanuel Macron, liberal, había mandado una carta al rey de Marruecos, decantando a Francia como partidaria de la ‘autonomía’ que el Reino de Marruecos dice ofrecer al territorio conquistado e invadido del Sáhara: «es la única base para lograr una solución».

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