Un año del tuit de Trump; Marruecos emerge en el horizonte como el gran perdedor del acuerdo trilateral.
Mohamed Salem Abdelhay.
Madrid (ECS). – Crisis diplomáticas, ausencia de paz regional, tensiones abiertas…el fiasco político de Marruecos tras un año de la declaración de Trump y la posterior e impotente firma de los acuerdos abrahámicos, que se están desarrollando plenamente pese a que han quedado supeditados al internacionalmente rechazado reconocimiento trumpista de la supuesta soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. El tuit de Trump ha causado un estado de histeria colectiva en la diplomacia alauita, que ha iniciado frentes contra todo aquel que se ha opuesto a violar la legitimidad internacional usando para imponer sus objetivos la inmigración irregular, el chantaje económico, declaraciones amenazantes y la congelación de la cooperación bilateral.
Ahora, con un panorama bastante inflamable debido al ulterior, y no deseado, desarrollo de los acontecimientos en torno al expediente saharaui que contradice la retórica con la que se promovió el acuerdo israelo-marroquí de traer paz a la región, Marruecos emerge en el horizonte como el gran perdedor del acuerdo trilateral; los dos memorandos que se firmaron; venta de drones estadounidenses y reconocimiento de la soberanía sobre partes del Sáhara Occidental solo perviven como el ‘cebo’ que fue para engatusar a Marruecos, pues ninguno se ha hecho realidad. Y más aún, el Congreso de los EE.UU acaba de prohibir emplear los presupuestos de Defensa en las maniobras militares que Washington organiza con Marruecos.
Marruecos y los Acuerdos Abraham
Marruecos, un país regado de ayudas económicas y títere de Francia y EE.UU, se pensó fortalecido geopolíticamente tras sellar con Israel la normalización cuyo propósito solamente ha beneficiado a la agenda del país judío, empujado por EE.UU y los Acuerdos de Abraham para maximizar la ola de normalización con los estados árabes, extender la campaña anti-iraní de la Knesset por África y sumar países en la alianza contra Teherán. Ciertamente y sin miedo a equivocarnos, tras un año de la normalización, solamente Israel y Trump han salido beneficiados en la medida en que no se han logrado los intereses marroquíes.
Marruecos, a través de las instrucciones reales tras estallarle treinta años después la guerra del Sáhara Occidental, accedió apresurado y cegado a un acuerdo sin garantías. Ahora, el reconocimiento de la supuesta soberanía marroquí sobre territorios saharauis permanece en el limbo. Si la potencia norteamericana verdaderamente estuviera a favor, no tendría en reparos en repetir lo dicho por Trump que ni siquiera Francia ha apoyado.
Marruecos creyó que la declaración de soberanía de Trump supuso un espaldarazo y una palanca importante para su diplomacia, y a pesar de que la calificaron de »histórica», lo único que tiene de memorable es que sumió al país magrebí en una sucesión de crisis diplomáticas que derivaron en un aislamiento sin precedentes, enfrentándose a la potencia europea; Alemania, así como a dos de las potencias africanas: Argelia y Sudáfrica, a su principal socio comercial; España, otra crisis mediática con Francia por espiarle, y por si fuera poco, acusó a Irán sin fundamento alguno más que el de la genuflexión a la agenda sionista para ganarse el apoyo estadounidense. Esta actitud basada en una estrategia de choque prueba que es Marruecos quien está tomando las decisiones equivocadas y no el resto de países involucrados.
En consecuencia, esto nos permite concluir que, lejos de una paz permanente en la región, los Acuerdos de Abraham entre Israel, Marruecos y los EE.UU no constituyen un paso hacia una paz duradera, y esto es debido a que incluyen precisamente la ocupación del Sáhara Occidental, causante de todas las crisis diplomáticas marroquíes desde su firma el pasado 10 de Diciembre de 2020.
El sentimiento de irrelevancia.
Acostumbrado a implicar a terceros países en el contencioso del Sáhara Occidental, se ha vuelto en su contra, ahora ya no se trata de solo la ocupación de un territorio ajeno, sino que, torpemente, ha arriesgado sus intereses económicos, geopolíticos y comerciales inflamando el terreno político para el cual su escasa fuerza diplomática no está preparada, y esto se refleja en el hecho de entregarse plácidamente a alianzas contrarias a los intereses del pueblo marroquí para intentar ganar peso e influencia. Finalmente, ¿qué no estarás dispuesto a hacer para proteger tus puntos débiles?
Marruecos se vende como una potencia regional, quiso probar su peso geoestratégico y el alcance de su influencia política y el resultado está a la vista. Su grandilocuente papel en los Acuerdos de Abraham se ha reducido a ser el de »tonto útil» en los planes de EE.UU en su guerra comercial contra China y en los de Israel en su obsesiva política contra Teherán, y sin recibir nada a cambio aún habiendo firmado y ‘hecho los deberes.’ No puedes venderte como potencia regional cuando careces de elementos influyentes en la escena regional que limitan considerablemente tu acción política.
Precipitaciones y falta de miras ante un contexto divergente.
En un contexto dominado por las consecuencias de la pandemia, el conflicto saharaui reavivado, una coyuntura regional marcada por una reordenación de las alianzas y equilibrios geoestratégicos, una nueva configuración del Magreb, además de una feroz batalla comercial entre China y EE.UU. A un ingenuo Marruecos se le subió a la cabeza jugar un rol importante a través de los Acuerdos de Abraham y ha terminado aislado y amargamente debilitado.
Más aún, el estado de confusión se refleja notoriamente en sus posiciones contradictorias en estos últimos meses; mientras enconaba su crisis con España y la Unión Europea, negociaba y firmaba ayudas económicas con Bruselas, y mientras normalizaba su relación con el estado sionista, recibía con altos honores en Rabat al líder político de Hamás, Ismail Haniya. Este doble juego viene a demostrar que los funcionarios marroquíes se dieron cuenta de los errores cometidos e intentan reequilibrar la situación resultante de su inmadurez política.
Hay una ley inmanente en política que reza que la fuerza de cualquier política es limitada cuando la contradicción con los hechos es demasiado grande. Marruecos no consideró debidamente varios factores antes de aventurarse junto a Israel y EE.UU en un acuerdo que ha traído más malestar que bienestar. En segundo lugar, la situación interna y la opinión de su pueblo fue ignorada como es habitual, salvo que en este caso las circunstancias en las que se dio indignó al pueblo marroquí por tocar un tema tan delicado como la causa palestina, por lo que no ha hecho sino aumentar la brecha entre la ciudadanía marroquí y la élite gobernante. Marruecos, tímidamente, está retractándose de sus errores de cálculo y recoge los platos rotos.