El general de brigada Miguel Ángel Ballesteros, exdirector del Departamento de Seguridad Nacional (DSN) entre 2019 y 2023, ha reaparecido públicamente en una extensa entrevista concedida a El Periódico en Madrid, tras más de un año de discreción mediática. Desde su nueva posición como asesor en la industria de la defensa, Ballesteros ofrece una lectura directa y sin ambigüedades sobre el deterioro del entorno de seguridad europeo, la creciente vulnerabilidad de España y el papel cada vez más inquietante de Marruecos en ese escenario.
En sus declaraciones, el exresponsable del principal órgano de asesoramiento estratégico de la Moncloa advierte de que España es hoy “más insegura que antes de la guerra de Ucrania”, tanto por el contexto internacional como por su posición geográfica. Subraya la importancia estratégica del Mediterráneo y del Estrecho de Gibraltar, y recuerda que España sigue siendo un actor clave para Estados Unidos, aunque la retirada progresiva del “paraguas” de seguridad norteamericano obliga a Europa —y a España— a replantearse seriamente su capacidad de defensa. En ese marco, Ballesteros lanza una advertencia especialmente significativa: “No debemos ni podemos olvidarnos de que Marruecos tiene reivindicaciones muy serias sobre territorio español”, una afirmación que vincula directamente con la creciente alianza de Rabat con Estados Unidos e Israel y con el refuerzo tecnológico y militar del régimen marroquí.
El general matiza que la cooperación con Marruecos es necesaria en ámbitos como la lucha contra el terrorismo o la gestión de la inmigración irregular, pero insiste en que esa colaboración no puede ser acrítica ni ilimitada. A su juicio, España debe dejar muy claro “lo que aceptamos y lo que es inaceptable”, especialmente cuando se trata de integridad territorial y soberanía. Sus palabras rompen con el discurso edulcorado que suele acompañar a la relación bilateral y devuelven el foco a una realidad incómoda: Marruecos no es solo un socio, sino también un actor con ambiciones territoriales explícitas que afectan directamente a España.
Las declaraciones de Ballesteros adquieren un peso particular por su trayectoria al frente del DSN, desde donde gestionó crisis de primer orden —del tsunami migratorio sobre Ceuta a la pandemia o el inicio de la guerra de Ucrania— y tuvo acceso a información estratégica de máximo nivel. Su diagnóstico conecta además con un debate más amplio sobre la fragilidad europea, la dependencia exterior en materia de defensa y la necesidad de construir una verdadera autonomía estratégica. En ese contexto, la advertencia sobre Marruecos no aparece como una provocación, sino como un recordatorio incómodo de que la seguridad de España no puede desligarse ni de su entorno inmediato ni de los silencios calculados de la política exterior.
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