¿Por qué no deberíamos centrarnos en la cuarta parte «negativa» de la última resolución del Consejo de Seguridad… y sí en el resto?
En el lado saharaui, sin embargo, han surgido voces que, sin darse cuenta, contribuyen a reforzar esa narrativa marroquí al concentrarse únicamente en el aspecto negativo de la resolución —la mención a las negociaciones sobre la base de la propuesta de autonomía de Marruecos — y pasar por alto los tres elementos positivos fundamentales que contiene el texto.
Como ocurre tras cada decisión internacional relacionada con el Sáhara Occidental, la potencia ocupante se lanza desde el primer momento a una intensa operación propagandística para imponer su propia interpretación y reforzar los pilares de su relato, tanto dentro como fuera del país. La resolución 2797 no fue una excepción: desde la filtración del primer borrador, la maquinaria mediática marroquí empezó a tocar los tambores del “cierre definitivo del expediente” y a proclamar una “victoria histórica”, culminando con un guion preparado de antemano que comenzó con un discurso del monarca y terminó con multitudes saliendo a celebrar en las calles. Un ejercicio engañoso, destinado a “vender la piel del oso antes de cazarlo”, y a imponer una lectura errónea o, al menos, sesgada, que sirva para seguir eludiendo los compromisos internacionales con una solución pacífica basada en el derecho y la legalidad internacional.
En el lado saharaui, sin embargo, han surgido voces que, sin darse cuenta, contribuyen a reforzar esa narrativa marroquí al concentrarse únicamente en el aspecto negativo de la resolución —la mención a las negociaciones sobre la base de la propuesta de autonomía de Marruecos — y pasar por alto los tres elementos positivos fundamentales que contiene el texto.
Primero, el reconocimiento explícito del derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación, conforme a los principios y la Carta de las Naciones Unidas 🇺🇳, como objetivo final del proceso de descolonización y de la determinación del estatus del territorio. El Consejo de Seguridad rechazó la intención inicial del primer borrador, que buscaba consagrar de facto la soberanía marroquí.
Segundo, la reafirmación de que el marco negociador no se limita a la propuesta marroquí, que además “podría no conducir a la solución final”, y la necesidad de abrirse a otras iniciativas, en referencia implícita a la propuesta saharaui. El texto deja claro que, si Marruecos tiene derecho de veto, el Frente Polisario también lo posee.
Tercero, la resolución mantiene el marco de mediación bajo la autoridad de las Naciones Unidas, en manos del Secretario General, su Enviado Personal y la misión MINURSO, cuyo mandato se amplía por un año completo. Es un punto crucial: el borrador inicial solo preveía tres meses, en línea con la estrategia de “asfixiar” y “liquidar” la cuestión antes del 31 de enero de 2026. El texto final cierra la puerta a que potencias afines a Marruecos intenten apropiarse del proceso.
Estos son los elementos que el pueblo saharaui, en el plano político y popular, debe poner en valor al analizar la resolución y construir su propia narrativa. Nadie pretende proclamar una victoria inexistente. Pero tampoco es aceptable caer en la trampa de reproducir los mensajes de Marruecos, que busca vender una “victoria imaginaria” a su opinión pública en medio de las fracturas internas provocadas por el malestar generacional, los retos de sucesión y las consecuencias del acercamiento con Israel. Paralelamente, intenta inocular entre los saharauis el “veneno de una derrota imaginaria”, apostando a la desmoralización y al cansancio, con el fin de debilitar la capacidad del movimiento nacional para seguir resistiendo.
Basta comparar el texto del primer borrador con la resolución adoptada para constatar el revés diplomático que ha sufrido Marruecos y su entorno: de pretender imponer su agenda y liquidar el derecho saharaui en tres meses, a aceptar un texto que reafirma la autodeterminación, amplía el mandato de la MINURSO y deja el marco político en manos exclusivas de la ONU. Marruecos llegó a esta cita esperando cobrar el “precio aplazado” de la normalización de diciembre de 2020, y no ha obtenido más que otro aplazamiento… quizás definitivo.
Paradójicamente, la dura negociación en el Consejo y el rechazo mayoritario al borrador inicial han dejado una lección clara: saltarse el derecho internacional no siempre resulta posible ni rentable. La “portadora de la pluma” —Estados Unidos— y Francia han comprobado que la aventura de forzar el marco legal en el Sáhara Occidental entraña riesgos. Aunque el conflicto parezca periférico en el panorama mundial actual, sigue siendo central para la credibilidad del derecho internacional. La abstención de dos miembros permanentes equivale a un veto diferido de cara a próximas sesiones.
Esta nueva dinámica da al pueblo saharaui y al Frente Polisario una base sólida y suficiente confianza para encarar los próximos desafíos —incluidas las negociaciones directas— desde una posición más favorable. Pero esa base legal solo se mantendrá si se refuerza con un esfuerzo nacional extraordinario para construir fuerza propia, activar los grandes frentes de acción y mantener la unidad interna. Todo ello exige inteligencia, serenidad y madurez política, lejos del populismo o la euforia. Porque, en este momento tan complejo y decisivo, la mayor amenaza para la causa saharaui no es la presión externa, sino la tentación interna de confundir la firmeza con la agitación. Una sobredosis de populismo podría ser, esta vez, verdaderamente letal.
Trabajo basado en el tuit de Oubi Bouchraya que se reproduce al principio del mismo
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