En noviembre de 1975 España renunció al Sahara occidental, en plena agonía del general Franco. En medio de la hostilidad internacional y la presión mediática de la Marcha Verde que orquestó Hassan II ante la ONU, concluía la crónica colonial española en el África occidental. A diferencia de otras naciones europeas como Reino Unido, Francia o Portugal, la presencia de España en el Sahara e Ifni se redujo a la explotación de los fosfatos y poco más. Hoy, el imaginario sahariano se recuerda en la filatelia conmemorativa de los tiempos del franquismo: aquello sellos de beduinos, dromedarios, mapas de Fernando Poo y Río Muni y poco más.
Desde el siglo XIX, el interés puramente estratégico y militar contrastaba con la ausencia de una literatura que no fueran informes funcionariales o las memorias de viajes comerciales.
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