TEMA DEL DÍA: Prisioneros políticos de Gdeim Izik: símbolo de la represión marroquí, ejemplo de resistencia saharaui
En octubre de 2010, miles de saharauis levantaron en las afueras de El Aaiún un campamento pacífico para denunciar la discriminación, el desempleo y la ocupación marroquí. Era el campamento de Gdeim Izik, conocido como “el campamento de la dignidad”, que llegó a reunir a más de 20.000 personas en un acto de resistencia sin precedentes. El 8 de noviembre, Marruecos lo desmanteló violentamente: hubo muertos, heridos y cientos de detenidos.
De aquel ataque nacieron los llamados presos de Gdeim Izik. Veintitrés activistas saharauis fueron sometidos a un juicio militar plagado de irregularidades: sin pruebas materiales, con condenas basadas en confesiones arrancadas bajo tortura y sin garantías de defensa. En 2017, la Corte de Apelación de Rabat confirmó penas de entre 20 años y cadena perpetua, en un proceso que fue denunciado por Naciones Unidas y numerosas ONG de derechos humanos como un juicio político.
Desde entonces, estos prisioneros han sido trasladados a cárceles marroquíes situadas a cientos de kilómetros del Sáhara Occidental, aislados de sus familias y sometidos a tratos crueles e inhumanos. Muchos de ellos han recurrido a huelgas de hambre como forma de protesta contra el maltrato, la falta de atención médica y las condiciones insalubres. En varias ocasiones han estado al borde de la muerte para denunciar con su propio cuerpo la injusticia de su encarcelamiento.
La represión continúa hoy. El preso político saharaui del Grupo Gdeim Izik, Mohamed Bachir Butenguiza, ha iniciado una huelga de hambre de 48 horas en la prisión central de Kenitra, después de que las autoridades marroquíes impidieran a su hermana, la activista y periodista Salha Boutenguiza, realizar la visita familiar que mantenía desde su detención arbitraria en 2010. Con esta protesta, denuncia las prácticas ilegales contra él y exige el respeto de sus derechos fundamentales reconocidos por el Grupo de Trabajo de la ONU sobre la detención arbitraria.
Pero los prisioneros de Gdeim Izik no son solo víctimas: son un ejemplo de dignidad y resistencia. Sus cartas desde las cárceles, su firmeza bajo tortura y el apoyo que reciben dentro y fuera del Sáhara inspiran a todo un pueblo que lleva medio siglo resistiendo. Marruecos quiso quebrar su voluntad; sin embargo, los convirtió en símbolos internacionales de la causa saharaui.
Hoy, hablar de Gdeim Izik es hablar de un levantamiento pacífico silenciado, de un juicio injusto y de presos políticos que siguen encarnando la resistencia frente a la ocupación. Denunciar su situación es exigir justicia no solo para ellos, sino para todo un pueblo que no se resigna a ser borrado.
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