
FOTO. Las fuerzas de seguridad dispersan una concentración en Sale, Marruecos. (EFE/Jalal Morchidi)
Oleada de protestas de la generación Z: Mohamed VI o cómo sortear la rebelión de los jóvenes para que el fútbol vuelva a los estadios – EL CONFIDENCIAL. Por Ignacio Cembrero
El rey de Marruecos pronunciará el viernes un discurso en el que quizás haga concesiones que mitiguen las protestas juveniles que arrancaron hace nueve días. La calma debe volver muchos antes de que empiece la Copa de África de Naciones
Las manifestaciones que sacuden Marruecos desde hace más de una semana revelan un descontento social que trasciende lo coyuntural. Bajo el lema #GenZ212, miles de jóvenes han tomado las calles de Rabat, Casablanca, Agadir y otras ciudades para exigir servicios públicos dignos, hospitales, educación y empleo, en un país donde el gasto público se dirige prioritariamente a megaproyectos deportivos e infraestructuras de lujo. La chispa se encendió tras la muerte de ocho mujeres embarazadas en un hospital de Agadir, pero el malestar acumulado estalló rápidamente. El contraste entre los cinco mil millones de dólares invertidos en estadios para la Copa Africana de Naciones y la precariedad del sistema sanitario resume el núcleo de la protesta: un país que construye graderíos mientras deja vacías sus salas de urgencias.
El periodista Ignacio Cembrero subraya que pocas imágenes describen mejor la fractura social marroquí que la de una juventud que, en lugar de celebrar el fútbol, sale a la calle para gritar: “Queremos hospitales, no estadios”. En Marruecos, donde el fútbol ha sido durante décadas una herramienta de propaganda y distracción del régimen, el balón se ha convertido ahora en símbolo del hartazgo. Estas protestas han desbordado incluso a los partidos opositores y a las asociaciones controladas por el poder, demostrando que la llamada Generación Z marroquí —nacida en la era digital y sin miedo al poder— está rompiendo el muro del silencio que dominó las revueltas del Rif y los años de plomo.
El rey Mohamed VI, consciente del riesgo de una escalada, pronunciará este viernes 10 de octubre un discurso clave en la apertura del año parlamentario. Según varios observadores, podría anunciar reformas sociales o concesiones puntuales destinadas a calmar la revuelta antes del comienzo de la Copa Africana de Naciones, prevista para diciembre, y del Mundial 2030, que Marruecos coorganizará junto a España y Portugal. El régimen busca restablecer la calma antes de estos eventos internacionales, pero el desafío es más profundo: los jóvenes ya no confían en los partidos, ni en el Parlamento, ni en las promesas del Palacio.
La situación, además, se desarrolla en un contexto de represión creciente, con más de 500 detenidos en menos de dos semanas, juicios exprés y denuncias de atropellos intencionados por parte de las fuerzas de seguridad. Amnistía Internacional ha documentado violaciones graves de derechos humanos, incluyendo el uso de vehículos policiales contra manifestantes pacíficos. En palabras de un activista de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos, “esta generación no pide revolución, pide dignidad; pero el régimen responde con miedo”.
El reto para Mohamed VI es mayúsculo. Cembrero apunta que el monarca intenta “sortear la rebelión para que el fútbol vuelva a los estadios”, es decir, restaurar la calma sin tocar las raíces del descontento. Pero el movimiento #GenZ212, que nació en las redes y crece cada día, ha demostrado que la brecha entre el poder y la sociedad es cada vez más difícil de cerrar. Marruecos, presentado al mundo como un “modelo de estabilidad”, enfrenta ahora su mayor crisis interna en una década: la de una juventud que, por primera vez, ha decidido no callar.
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