Creo recordar que una de las más laboriosas tareas que tenía Wintson Smith, protagonista de la novela 1984 de George Orwell (1903-1950), era la de modificar por completo la hemeroteca en función de la temperatura de las relaciones del Superestado de Oceanía con otros países: si se reanudan las hostilidades, la hemeroteca tenía que estar repleta de afrentas cruzadas; si la paz vuelve, las odas y alabanzas de las buenas relaciones se imponen en el relato del pasado, amén de la ingente e ingrata labor de reescritura de la historia para borrar por completo la existencia en registros oficiales de desaparecidos.

Esto viene siendo, sin duda, un ejercicio extremo de la imposición del olvido colectivo, algo que ha aceptado con frustrante celeridad la coalición política Sumar en su acuerdo de gobierno con el PSOE y no solo no dejó arrinconado al pueblo saharaui, sino que lo ignoró completamente a cambio de cuotas de poder para “protagonizar” las políticas sociales dentro de un futuro ejecutivo socialista.

Sumar continúa con el espectáculo del ilusionismo electoral

Después de llevar por bandera en su programa electoral la rectificación de la decisión de Sánchez de apoyo absoluto a la propuesta marroquí, la coalición liderada por Yolanda Díaz renunció sin vacilación a que se incluyera esa rectificación en el programa de gobierno finalmente pactado con el PSOE. Pero como estamos en tiempos en los que la verdad de los hechos ha dejado de ser suficiente, sigue habiendo quienes creen con ingenuidad en las palabras “mansas y calmantes” de los integrantes de Sumar, más aún cuando se supo de un supuesto acuerdo “informal” con el Polisario (que nos trae el inquietante recuerdo de los muchos acuerdos firmados en los años setenta, e incluso en los ochenta, por los socialistas españoles con el Polisario) con once puntos entre los que está “seguir trabajando para revertir el giro de Sánchez”, que es tan convincente como prometer sacarse medicina en los célebres cursos CCC.

Sumar continúa con el espectáculo del ilusionismo electoral: por un lado, ya ha acordado enterrar en el olvido el compromiso con el Sáhara Occidental en la primera línea de la acción política, la significativa y real; por otro lado,  algunos miembros elevan la voz en redes sociales y manifestaciones, la política líquida de vociferaciones estériles, como la que tuvo lugar en Madrid el pasado 11 de noviembre, donde Yolanda Díaz fue la estrella efímera de la cabecera del acto, con una aparición momentánea para gusto de prensa y regocijo de seguidores, sin más contenido que una insustancial declaración de intenciones sobre los derechos de los pueblos saharaui y palestino, que sería igualmente válida, con apenas ligeras modificaciones, si se aclamara para los derechos reproductivos y de conservación del lince ibérico, pero en este caso con más garantías de cumplirse las promesas para la buena fortuna del amenazado felino.

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