Salek Brahim ha recorrido un camino lleno de adversidades que, lejos de doblegar su espíritu, han fortalecido su determinación y su arte, donde encontró una forma de expresar el sufrimiento y la resistencia de su pueblo.
En medio de la inmensidad del desierto del Sáhara, donde las dunas parecen interminables y el sol no da tregua, sobrevive una realidad marcada por la adversidad: los campos de refugiados saharauis. Allí, cada día es un desafío y cada logro, un acto de resistencia.
La historia del artista Salek Brahim es un ejemplo de la fortaleza y esperanza que caracteriza a esta comunidad. Nacido en Mahbes, una ciudad del Sáhara Occidental, Salek encontró en el arte una forma de expresar el sufrimiento y la resiliencia de su pueblo, de mantener viva la memoria. Hace poco más de un mes, Público tuvo la oportunidad de hablar con él sobre su vida y su obra durante la celebración del festival FiSahara.
Para los saharauis, desplazados de su tierra natal debido a un conflicto que parece no tener fin, el refugio no solo es una cuestión de necesidad sino también de identidad. Los campos, ubicados en la inhóspita región de Tinduf, Argelia, representan un hogar temporal que se ha vuelto permanente para miles de personas. La falta de recursos básicos, como agua potable, así como las limitadas oportunidades, forman parte de su cotidianidad.
A pesar de las condiciones difíciles, la educación siempre ha sido una prioridad para los saharauis desde su exilio en los años setenta. Como la falta de medios es un problema constante, los suministros educativos, libros de texto y materiales didácticos a menudo dependen de donaciones de organizaciones internacionales y ONGs. En este sentido, son fundamentales los programas de becas que permiten a algunos estudiantes continuar su educación en otros países, especialmente en Cuba, Venezuela, España y Argelia.
Andando por el recinto del festival, Salek cuenta a Público cómo su destino dio un giro inesperado cuando, siendo un niño, tuvo la oportunidad de estudiar en Cuba gracias a la colaboración educativa entre la Unión Soviética y los países en desarrollo. «Nos fuimos sin pensarlo», recuerda con una sonrisa nostálgica. La travesía en un barco de la URSS lo llevó a un país desconocido, donde comenzaría a forjar su futuro. Pasaría muchos años fuera, solo, sin ni siquiera hablar español.
Salek cursó sus estudios primarios y secundarios en la Isla de la Juventud, un lugar donde convivían estudiantes de diversas nacionalidades acogidos por el Gobierno de Fidel Castro. Fue en Cuba donde descubrió su pasión por las Bellas Artes, tras pasar tres años estudiando Arquitectura. Durante su formación, Salek combinaba el estudio con el trabajo: «Trabajaba por la mañana en el campo y estudiaba por la tarde». Esta rutina, explica, forjó en él una ética de trabajo y una disciplina que se reflejan en su obra artística.
(…)
SEGUIR LEYENDO en: El artista saharaui que pudo estudiar en Cuba gracias a un barco de la URSS | Público