La explosión de una mina marroquí dejó sin brazo a Salem Ahmedu y quitó la vida a su mejor amigo. Pasó un calvario hasta que en 2017 viajó a Navarra, donde fue operado y ahora continúa su rehabilitación mientras se saca la ESO.
UN REPORTAJE DE UNAI YOLDI HUALDE. FOTOGRAFÍA PATXI CASCANTE – Lunes, 25 de Febrero de 2019 – Actualizado a las 06:02h
Salem Ahmedu enseña el brazo afectado por la explosión de la mina. (Patxi Cascante)
“Anduvimos varios kilómetros por el desierto y, de repente, lo siguiente que recuerdo es que me desperté en el hospital” – “Estuve 3 meses con el brazo abierto. El olor era insoportable y por las noches no podía dormir del dolor, solo gritaba”
Aquel día, la vida de Salem Ahmedu cambió por completo. Era viernes 19 de septiembre de 2014 y había acudido a Bu Guerba -una zona al norte del Sáhara Occidental muy cercana al muro construido por Marruecos que separa el país en dos- junto a otros compañeros del Ejército del Frente Polisario para controlar el paso de traficantes de droga que se dirigían a los campamentos de refugiados de Tinduf y al resto de África.
A sus 21 años era secretario y jefe de un regimiento. Durante la noche interrogaron a varios traficantes detenidos y, por la mañana, él y seis compañeros se acercaron al muro en un camión siguiendo las huellas de un coche que parecía muy nuevo. “Las seguimos hasta la frontera argelina y ahí el jefe del grupo dijo que teníamos que dar la vuelta”, relata. Siguieron la calzada y en un momento dado se desviaron por el desierto para coger otra carretera: “Anduvimos varios kilómetros, íbamos hablando de muchas cosas porque éramos amigos y, de repente, lo siguiente que recuerdo es despertarme en el hospital”. Una de las millones de minas colocadas por Marruecos había hecho estallar el camión, cobrándose la vida del mejor amigo de Salem e hiriendo al resto de ocupantes.
LA RECUPERACIÓN
Hasta entonces Salem había tenido la vida de cualquier saharaui que vive en los asentamientos de Tinduf. Pasó su infancia corriendo descalzo por el campamento de Dajla donde vivía con su familia y en verano viajaba a Galicia con el programa Vacaciones en Paz. Cuando pasó a ser adolescente, se marchó a Argel para estudiar la ESO, pero tuvo que volver a Dajla por problemas familiares y en 2011 se alistó al Ejército del Frente Polisario. Un recorrido común en la vida de los jóvenes refugiados, pero que nunca iba a volver a ser la misma.
Salem salió del coma dos semanas después de la explosión. Al principio, no entendía que hacía en el hospital de Argel, hasta que un compañero le explicó lo ocurrido. “Solo me contaron que nos había explotado una mina. Ya a las semanas, cuando me recuperé un poco, me confesaron que mi amigo había muerto”, recuerda.
A Salem la mina le afectó a la parte izquierda de su cuerpo, desde la cara hasta la pierna. No obstante, las heridas más graves fueron consecuencia de un bidón de combustible que le cayó al brazo tras la explosión rompiéndoselo por completo. “Cuando desperté tenía el brazo muy hinchado, me tuvieron que operar y estuve tres meses con el brazo abierto para que me limpiasen bien las heridas”, apunta Salem, que recuerda con amargor aquellos días tan duros: “El olor del brazo era insoportable y por las noches no podía dormir del dolor, solo gritaba”. Conforme pasaron las semanas, Salem fue consciente de la gravedad de lo que le había ocurrido. “Me asuste mucho cuando me dijeron que si la sangre no me llegaba a los dedos me iban a tener que amputar el brazo. Por suerte, llegó”, señala.
Cinco meses después, recibió el alta y volvió a Dajla junto a su familia. No había pasado ni medio año, pero la vida de Salem había cambiado por completo. Tenía que vivir con un solo brazo, no podía caminar por si mismo, la silla de ruedas era inútil en el desierto y tan solo podía apoyarse en una muleta. Las heridas y el dolor no le dejaban dormir y cada pocas semanas acudía a revisiones médicas. Fueron momentos duros y recuerda que el apoyo y la ayuda de su madre y sus hermanas fue fundamental para salir adelante. Porque el joven saharaui no se resignó a quedarse en casa y a los pocos meses de estar de alta volvió a trabajar: “Al tener el brazo mal, yo estaba muy limitado, por lo que empecé a trabajar en la tramitación de papeles y permisos para viajar”.
TRASLADO A NAVARRA
Una nueva oportunidad
Habían pasado varios meses pero el brazo de Salem no se recuperaba, y todavía se estaba acostumbrando a vivir utilizando solo una extremidad. Aún así, siguió trabajando y un buen día visitó su oficina el ministro de Defensa saharaui. Tras constatar el buen funcionamiento de las oficinas recayó en el estado de Salem. “Me preguntó por mi brazo y le conté la historia. Después se fue y a la semana siguiente me llamó y me dijo que ya estaba gestionando mi salida a Navarra”, recuerda. Sin haberlo previsto, a Salem se le abría una puerta para salir de los campamentos y poder rehabilitarse con los medios y recursos adecuados. “Al principio, no quería venir, allí tenia a mi familia y mis amigos, pero necesitaba curarme del todo”, recuerda.
El 27 de junio de 2017, voló a Pamplona junto a los niños y niñas saharauis del programa Vacaciones en Paz. El joven saharaui estaba muy nervioso, pues no conocía a nadie en su nuevo destino. Sin embargo, la presidenta de ANAS (Asociación navarra Amigos del Sáhara), Carol García, y su marido Moulay acogieron en su casa a Salem. “Estoy muy agradecido por todo lo que han hecho por mí. Me acogieron superbién y desde el principio el padre de Carol me empezó a llamar Patxi, en broma, y ahora todo el mundo me conoce por ese nombre”, señala entre risas. “Después tuve que empadronarme y Juantxo Aizkorbe lo hizo en su casa de Arostegi, ahora él es mi aita”, comenta.
Una vez en Navarra, le hicieron varias revisiones del brazo y le examinaron distintos especialistas hasta que le dijeron que los fuertes dolores que sufría eran debido a que las terminaciones nerviosas estaban a flor de piel y tenían que operarle. El 4 de julio de 2018 le intervinieron para quitarle el dolor y para colocarle los dedos de la mano -que no podía mover- en una postura más natural. “La operación fue muy bien y me quitó mucho el dolor, eso fue un alivio aunque todavía a veces no me deja dormir”, apunta.
Ahora, Salem no pierde el tiempo y está estudiando la ESO en el centro para personas adultas José María Iribarren y junto a otros jóvenes de Iruña y del Sáhara ha impulsado Suhar, un grupo para sensibilizar sobre el conflicto que vive el pueblo saharaui. “Damos charlas y hacemos diferentes actividades para intentar llegar a los jóvenes, porque vemos que no hay mucha información sobre la situación del Sáhara”, explica Salem, que reconoce que aunque echa mucho de menos a su familia, ha encontrado aquí su sitio. “Mi objetivo es poder encontrar un trabajo para vivir y para poder mandar dinero y ayudarles”, señala.
Texto completo en: Salem Ahmedu, el saharaui que sobrevivió al infierno. Noticias de Navarra