Josu Jimenez Maia – Traducido del original en euskera
Se llama Salma y no es palestina, sino saharaui. Es cierto que en este último mes vive con un ojo puesto en Palestina y con el otro en el Sahara, en los campamentos donde está estos días con la familia. No soy quién para hablar del sufrimiento de las mujeres, hombres, mayores, niños y niñas saharauis de los campamentos. Pero ya que me preguntas por esa chica, ella sí que es la indicada para dar cuenta de la tragedia del pueblo saharaui.
Expulsados de sus tierras en 1976en, en su huida hacia el desierto, los saharauis fueron bombardeados incluso con fósforo blanco, como el que utiliza el ejército israelí hoy en Palestina para empujar a los habitantes de Gaza hacia el desierto del Sinay. Salma nació en uno de los campamentos de refugiados saharauis que se organizaron en la “Hamada” argelina, en el de Aaiun.
No soy quién para decirte qué preguntar a Salma, pero si le preguntas por la “Hamada” te contará que nació y creció en ella, en la parte más inhóspita del desierto y que ahí siguen viviendo por la dejadez de la comunidad internacional, condenados a la tortura del olvido, porque la explotación de los recursos naturales es, para algunos, más importante que la vida de las personas.
No soy quién para decirle qué más preguntar a Salma, pero si lo haces, Salma quizás te aclarará que el Sahara Occidental en inmensamente rico en recursos naturales, que sus tierras esconden grandes riquezas minerales y su mar enormes bancos de pescado, y sin embargo esas riquezas no se pueden comparar con el gran valor que guardan los saharauis en sus propios corazones, valor y coraje del cual se sientes orgullosos y orgullosas.
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