Joseba Santamaria, en Noticias de Navarra

Coincidiendo con la firma del acuerdo entre el Gobierno de Netanyahu y Hamas ordenado por Trump, que puede poner fin al genocidio del pueblo palestino de los dos últimos años, una buena noticia sin duda, se cumplen estos días 50 años de la traición del Gobierno franquista, en sus últimos días, al pueblo saharaui, entonces ciudadanos españoles, y a sus obligaciones internacionales de controlar el proceso de descolonización del Sáhara Occidental. Abandonados a su suerte desde entonces, decenas de miles de saharauis nacidos en los territorios liberados en el desierto han sido desde su primer día de vida personas refugiadas. 50 años de historia y de lucha contra la ocupación ilegal de Marruecos del territorio de la República Árabe Saharaui Democrática. Una ocupación militar y colonización ilegales, con el expolio económico y natural de la riqueza en fosfatos, los bancos de pesca y el petróleo como principales objetivos de Marruecos.
A aquella primera traición franquista, le siguieron todas las demás: la de Felipe González, primero, y a partir de ahí las de los sucesivos gobiernos de PSOE y PP. La última, la escandalosa sumisión y entrega de Sánchez a los intereses y exigencias de los servicios secretos y los lobbies de presión y amenaza de Mohamed VI. Buenas palabras para los saharauis, pero sumisión y pleitesía a un régimen corrupto, autoritario y de terror que ha sacado a sus ciudadanos a las calles en manifestaciones masivas por todo el país contra la deriva autoritaria y la extensión de la pobreza y falta de oportunidades de las generaciones más jóvenes.
La traición política al pueblo saharaui ha tenido su contrapunto en la solidaridad civil, que cada año aporta recursos económicos, ayuda alimentaria y educativa y acoge a niños y niñas saharauis. Otro episodio vergonzante de la realpolitik española, que acepta someter los derechos democráticos y políticos de miles de saharauis al chantaje de Rabat y la violación sistemática de los derechos humanos de los y las saharauis que viven en los territorios y ciudades ocupadas.
No olvidemos nunca al Sáhara Occidental.