Un año más, la bandera de la República Árabe Saharaui Democrática no ondea en la sede de Naciones Unidas. La ausencia de la RASD en la Asamblea General no es fruto de la casualidad ni de carencias jurídicas: es consecuencia de un bloqueo político impuesto por potencias que prefieren sostener la ocupación marroquí antes que aplicar el derecho internacional. Se trata de una anomalía flagrante que retrata las contradicciones del sistema multilateral.
El Sáhara Occidental figura desde 1963 en la lista de Territorios No Autónomos de la ONU. España, potencia administradora de iure, tenía la obligación de culminar la descolonización mediante un referéndum de autodeterminación. Medio siglo después, esa consulta sigue pendiente, pese a que el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó en 1975 que Marruecos no tenía soberanía sobre el territorio. Naciones Unidas reconoce al pueblo saharaui como titular de un derecho inalienable, pero al mismo tiempo impide que su Estado ocupe el asiento que le corresponde.
La legitimidad de la RASD es indiscutible. Tiene un territorio definido, una población de más de un millón de personas, un gobierno organizado desde 1976, un Parlamento, un sistema educativo y sanitario y reconocimiento internacional de más de 80 países. Y, sobre todo, desde 1984 es miembro de pleno derecho de la Unión Africana, lo que confirma su condición de Estado soberano en el plano continental. Mientras África lo reconoce como igual, la ONU mantiene un veto vergonzoso que solo se explica por la presión de Francia, Estados Unidos y la inacción de España.
El contraste resulta aún más obsceno este año, cuando la Asamblea General ha celebrado con fuerza el reconocimiento internacional del Estado de Palestina. Decenas de países han reafirmado su compromiso con la causa palestina, demostrando que la justicia y la autodeterminación no pueden seguir aplazándose. Sin embargo, en esa misma sala se ignora al otro pueblo colonizado, el saharaui, cuya bandera sigue ausente. El doble rasero es insoportable: se denuncia la ocupación militar en Ucrania o Palestina, pero se guarda silencio ante la ocupación del Sáhara Occidental, la última colonia en África.
La República Saharaui no está ausente porque no exista, sino porque la bloquean. Y esa ausencia, más que un vacío, es una denuncia: la prueba de que el derecho internacional sigue secuestrado por los poderosos. Pero el pueblo saharaui continúa resistiendo, construyendo Estado en el exilio y reclamando justicia. Más tarde o más temprano, su bandera entrará en Naciones Unidas. Y ese día quedará en evidencia que el silencio de hoy fue una de las mayores traiciones de la ONU a sus propios principios.
PLATAFORMA: «No te olvides del Sahara Occidental»