Sentí indignación y escarnio, si es que no repugnancia, al ver en la prensa del día la foto (El País, 10/01/2021) del embajador de EEUU en Marruecos, David Fischer, junto al mismísimo subsecretario de Estado de EEUU, David Schenker, posando en la ciudad saharaui ocupada de Dajla, con la enseña del ocupante marroquí al fondo, como prolongación de la “obra magna” del desequilibrado Donald Trump, quien en las postrimerías de su farragoso mandato presidencial había “proclamado” (el 10 de diciembre, ¡nada menos que el Día Internacional de los Derechos Humanos!) —unilateralmente y contraviniendo los más elementales principios del Derecho Internacional— la tan ansiada soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, publicitada urbi et orbe por el reaccionario régimen alauí, a pesar del dictamen contrario de la Corte Internacional de Justicia (1975), de las sucesivas sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), de la doctrina jurídica internacional y del reconocimiento de la República Saharaui (miembro fundador de la Unión Africana, UA) por más de 80 países.

Ambos enviados de Trump iban ataviados, impúdicamente, por encima de su inequívoca vestimenta occidental, con la prestigiosa darráa azul, usurpando y profanando así el atuendo tradicional propio de los saharauis. Cabe preguntarse por qué no iban ataviados con el disfraz de vaqueros del Far West, con el top hat de Wall Street o con la chilaba y el gorrito del invasor marroquí, que era lo “adecuado”.

Los enviados trumpistas parecían estar en la alegre escenificación de un mitin electoral yankee, conscientemente ajenos a la guerra en curso en el Sáhara provocada por Marruecos, a la tragedia, el sufrimiento y el dolor ocasionados al pueblo saharaui por el invasor marroquí ante la indiferencia o la connivencia culpable de la llamada comunidad internacional. Tragedia, sufrimiento y dolor denunciados, sin mayores consecuencias, infinidad de veces, sin que esas reiteradas denuncias hayan servido para mover el corazón y hacer entrar en razón a los gobernantes “responsables”, que supuestamente pretenden diferenciarse en algo del perturbado Supremacista en Jefe, el cual sigue negando su derrota en las elecciones presidenciales estadounidenses.

Con la “proclamación” del tuitero Trump mercadeando con los derechos legítimos del Pueblo Saharaui, esos enviados trumpistas llegaban al final de la criminal operación emprendida y decidida en 1975

Tragedia, sufrimiento y dolor que rezuman y se desbordan por doquier entre las pocas líneas de un modesto libro titulado Suspiros de ida y vuelta (Readbook 2020), cuya lectura recomiendo a quienes quieran saber, en pocas líneas, del sufrimiento y el terror infligidos al pueblo saharaui.

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