Octubre saharaui: memoria, resistencia y actualidad – Diario de Noticias

Octubre saharaui: memoria, resistencia y actualidad – Diario de Noticias
 

Cada 10 de octubre, en los campamentos de refugiados saharauis, ondean las banderas y se levantan jaimas nuevas. Es el Día Nacional de la Jaima, una jornada que simboliza la continuidad del pueblo saharaui pese al exilio. La jaima –más que una vivienda, un modo de vida– representa la libertad, la identidad y la resistencia. En torno a ella se organiza la educación, la familia, la comunidad y la memoria.

Allí nacieron generaciones que no han pisado jamás el territorio ocupado, pero que han heredado de sus mayores el orgullo de la supervivencia. En palabras de un maestro de Smara, “bajo la jaima aprendimos lo que significa la libertad”. Esa libertad que el pueblo saharaui mantiene viva desde hace 50 años, mientras el mundo, cómplice, sigue mirando hacia otro lado.

La jaima, con su estructura sencilla y su resistencia al viento del desierto, es también una metáfora del propio pueblo saharaui: firme frente a la tormenta. En cada tela tensada, en cada cuerda clavada en la arena, late la misma convicción que llevó al Frente Polisario a nacer en 1973 como movimiento de liberación nacional.

Dos días después, el 12 de octubre, el pueblo saharaui conmemora el Día de la Unidad Nacional, que este año ha cumplido medio siglo. Aquel 12 de octubre de 1975, en los momentos previos a la invasión marroquí, distintos movimientos políticos y sociales saharauis se unieron bajo un único paraguas: el Frente Polisario, proclamado como representante legítimo del pueblo saharaui. Fue un acto de madurez política y de supervivencia. Mientras España preparaba su retirada vergonzosa y Marruecos ultimaba los detalles de su invasión, el pueblo saharaui optaba por la unidad. Esa decisión fue, y sigue siendo, la columna vertebral de su resistencia.

Cincuenta años después, la Unidad Nacional no es una reliquia del pasado, sino una práctica cotidiana. En la wilaya de Smara miles de personas recordaron la gesta de Aïn Ben Tili ondeando las banderas de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y gritando: “Unidad, resistencia e independencia”. El presidente Brahim Gali recordó que la unidad “fue, es y seguirá siendo el arma más poderosa del pueblo saharaui frente a la ocupación”.

La celebración también sirvió para rendir homenaje a los combatientes del Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS), que hoy continúan la lucha en los frentes de batalla. Porque la guerra en el Sáhara Occidental, lejos de haber terminado, sigue marcando la vida cotidiana del pueblo saharaui.

Desde la ruptura del alto el fuego en noviembre de 2020, el ELPS mantiene operaciones constantes contra el ejército marroquí en distintos sectores: Mahbes, Smara, Guelta Zemmur, Haouza y Farsia. Según comunicados recientes de la Sahara Press Service, en las últimas semanas las unidades saharauis han atacado emplazamientos de artillería, centros logísticos y puntos de apoyo de las fuerzas ocupantes. Son acciones tácticas, precisas, sostenidas por una juventud nacida en el exilio que se ha convertido en el relevo de los veteranos de 1975.

Pero esta guerra, que Marruecos intenta ocultar tras la propaganda de modernidad y grandes eventos deportivos, tiene un alto coste humano. En los territorios ocupados, la represión aumenta: detenciones arbitrarias, torturas, juicios exprés, confiscaciones y un silencio mediático impuesto por la censura. Como denuncian organizaciones saharauis de derechos humanos, Marruecos mantiene más de cuarenta presos políticos, entre ellos los del grupo de Gdeim Izik, condenados a penas desproporcionadas tras confesiones obtenidas bajo tortura. La guerra del Sáhara no ocupa portadas, pero continúa día tras día.

El campamento de Gdeim Izik, levantado en octubre de 2010 en las afueras de El Aaiún, fue el grito civil más poderoso del pueblo saharaui desde los años setenta. Decenas de miles de personas exigieron derechos sociales, justicia y el fin de la ocupación. Marruecos respondió con violencia: el 8 de noviembre, el campamento fue arrasado, sus líderes encarcelados y Europa miró hacia otro lado.

Quince años después, Gdeim Izik sigue siendo un símbolo. Como recordó ACAPS Catalunya, aquel campamento fue “la antesala de la Primavera Árabe y la prueba de que el pueblo saharaui posee una dignidad inquebrantable”. Sus presos políticos, sus madres, sus abogados, continúan denunciando la impunidad del régimen marroquí ante una comunidad internacional que no ha sabido –ni querido– escuchar. La libertad de los presos políticos saharauis no es una causa aislada, sino el termómetro moral de la comunidad internacional.

Octubre es también el mes de la Cuarta Comisión de Descolonización de la Asamblea General de la ONU, donde cada año se repite la promesa incumplida de completar el proceso de descolonización del Sáhara Occidental. En esta sesión de 2025, las intervenciones españolas destacaron por su claridad y compromiso.

El Consejo Insular de Mallorca, entre otros, en nombre del intergrupo Paz y Libertad para el Pueblo Saharaui, intervino ante el plenario para exigir que la ONU cumpla sus compromisos y organice el referéndum bloqueado desde 1991. Su representante recordó la responsabilidad histórica y jurídica de España como potencia administradora, reclamando que “no basta con reconocer el derecho a la autodeterminación: hay que hacerlo cumplir”.

Junto a esta voz, otras delegaciones de la sociedad civil subrayaron el papel de los defensores saharauis de derechos humanos –como los miembros del CODESA– y denunciaron el uso de drones armados por Marruecos contra civiles al este del muro militar. Estas voces, aunque silenciadas en los grandes medios, son la conciencia moral de una descolonización inconclusa que la ONU no puede seguir aplazando.

Según el calendario de Naciones Unidas, la renovación del mandato de la MINURSO se vota cada año a finales de octubre, coincidiendo con el cierre del ciclo de operaciones de paz. En 2025, la reunión decisiva del Consejo de Seguridad está prevista para el 30 de octubre, fecha en la que se someterá a votación la nueva resolución sobre el Sáhara Occidental. Antes de esa sesión plenaria, los cinco miembros permanentes –Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China– y los no permanentes celebran consultas a puerta cerrada para negociar el texto final.

Las filtraciones más recientes apuntan a que Estados Unidos, Francia y el Reino Unido trabajan con Marruecos para introducir referencias favorables al llamado plan de autonomía, mientras Argelia y el Frente Polisario intensifican sus contactos con Rusia para evitar una resolución desequilibrada. La cita del 30 de octubre será, por tanto, una prueba más de fuego para la coherencia internacional: ¿respetará la ONU su propio mandato de descolonización o volverá a premiar la ocupación con un lenguaje ambiguo y complaciente?

El Octubre saharaui es, en definitiva, un mes de conciencia y compromiso. Recordar no es repetir: es exigir. Exigir justicia, autodeterminación y el fin de la ocupación. Exigir a Europa que deje de amparar el expolio; a Naciones Unidas, que deje de mirar hacia otro lado; y a España, que asuma su responsabilidad histórica. Porque mientras haya una jaima en pie, una madre que resista, una voz que se levante en la ONU o una bandera saharaui ondeando sobre la arena, la historia no habrá terminado. El Sáhara Occidental será libre, porque ningún muro, ningún pacto y ningún silencio podrán borrar el derecho de un pueblo a existir.

Plataforma No te olvides del Sáhara Occidental

Origen: Octubre saharaui: memoria, resistencia y actualidad