Las del Bubisher, son bibliotecas para el juego y el aprendizaje, para jugar aprendiendo o para aprender jugando, que viene a ser lo mismo, pues se trata de jugar en serio y de aprender con gusto. Las bibliotecas Bubisher son espacios de libertad para una población confinada en campamentos de refugiados, en especial para sus niños, adolescentes y jóvenes. Una libertad, en la que no pueden vivir los niños, adolescentes y jóvenes, también saharauis, bajo el régimen de terror que sufren en los TTOO del Sahara Occidental, hasta donde se diría que el pájaro de la suerte, el bubisher, no puede llegar, cortado su vuelo por el muro de la vergüenza, que divide el territorio y separa a las familias.
Ese pájaro ya tiene un nido en cada uno de los cinco campamentos de refugiados, donde sus usuarios desarrollan sus capacidades intelectual y emocional de forma continuada y coherente. No hay, en su formación, contradicciones ni diferencias entre lo que escuchan en las jaimas familiares, en las aulas de las escuelas y en los Nidos del Bubisher, lo que contribuye a afianzar el sentimiento de identidad como pertenecientes a un pueblo, que es el suyo. No puede decirse lo mismo de los niños, adolescentes, que asisten a las escuelas en las ciudades ocupadas, en las que, -y tal como me lo dijeron varias familias saharauis, durante mi viaje a los TTOO-, donde les enseñan que deben venerar a un rey, el de Marruecos, rendir fidelidad a una bandera, la de Marruecos, y cantar un himno, el de Marruecos, mientras en sus casas les enseñan que no tienen un rey, sino un Presidente, que la bandera es otra, y también otro, el himno a cantas, los de la RASD, a la vez que ven y escuchan en las calles que por ese presidente y con esa bandera, los suyos se exponen a ser perseguidos, encarcelados, torturados…
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Fernando Llorente
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