Durante años, Marruecos ha construido un relato internacional que lo presenta como referente regional en transición energética. Grandes anuncios, cifras ambiciosas y megaproyectos solares han servido para consolidar la imagen de un supuesto liderazgo “verde”. Sin embargo, desmontar el relato del “milagro verde” marroquí exige mirar más allá del discurso oficial y atender a la realidad de los proyectos sobre el terreno. El complejo solar Noor Midelt I, bloqueado desde 2019, es un ejemplo especialmente revelador.
Según reveló Africa Intelligence en su artículo «Maroc: Avec le projet solaire Noor Midelt I, le français EDF espère voir la lumière au bout du tunnel», del 5 de diciembre de 2025, el proyecto sigue sin arrancar seis años después de haber sido adjudicado al consorcio liderado por la empresa francesa EDF, junto a la emiratí Masdar y la joint venture marroquí Green of Africa (GoA), participada parcialmente por el actual jefe del Gobierno marroquí, Aziz Akhannouch. Un retraso prolongado que cuestiona seriamente la imagen de eficiencia y estabilidad jurídica que Rabat proyecta hacia el exterior.
Un proyecto bloqueado y negociaciones al límite
Desde 2019, la situación de EDF en Marruecos se ha ido deteriorando progresivamente. El estancamiento de Noor Midelt I y las tensiones con la Agencia Marroquí para la Energía Sostenible (Masen) obligaron al grupo francés a enviar en septiembre de 2025 a Laurent Clément, exvicepresidente de EDF Africa, para asumir la presidencia de EDF Power Solutions Marruecos. Su misión no era lanzar un nuevo proyecto, sino rescatar uno ya adjudicado y políticamente bloqueado.
Este gesto refleja la fragilidad real del supuesto “milagro verde”. Las negociaciones con Rabat se han vuelto interminables y altamente politizadas, hasta implicar directamente a la dirección de EDF en París. La posibilidad de alcanzar un acuerdo a comienzos de 2026 no es un signo de éxito, sino la constatación de seis años de parálisis en uno de los proyectos emblemáticos del modelo energético marroquí.
Del solar térmico al repliegue forzado
El conflicto central gira en torno a la tecnología empleada y a su coste. Noor Midelt I fue concebido inicialmente como un sistema híbrido de solar térmica de concentración (CSP) y fotovoltaica (PV). Sin embargo, los graves fallos técnicos y financieros del complejo Noor Ouarzazate, también gestionado por Masen, provocaron sobrecostes millonarios y una creciente desconfianza institucional hacia la tecnología CSP.
En la práctica, Marruecos ha forzado un giro tecnológico a posteriori: EDF debe rehacer los cálculos para reducir el peso del solar térmico, apostar casi exclusivamente por fotovoltaica y añadir sistemas de almacenamiento en baterías (BESS). Lejos de una planificación estratégica, este cambio evidencia improvisación y traslación de riesgos a los operadores internacionales.
Precios a la baja y presión contractual
A esta inestabilidad técnica se suma la presión económica. Masen utiliza como referencia los precios extremadamente bajos ofrecidos por el binomio ACWA Power – Nareva (empresa estrechamente vinculada a la monarquía marroquí) para las fases Noor Midelt II y III, adjudicadas en 2024. Con tarifas cercanas a 3 céntimos de euro por kWh, Rabat exige ahora que el consorcio liderado por EDF se alinee retroactivamente con esos precios para la primera fase del proyecto.
Esta exigencia implica renegociar contratos firmados años atrás, ignorando el contexto técnico y financiero original, y trasladando todo el riesgo a los inversores. Una práctica que vuelve a poner en cuestión la fiabilidad del marco regulatorio marroquí y refuerza la idea de que el “milagro verde” se sostiene sobre asimetrías de poder y presiones políticas, no sobre reglas claras.
Del fracaso interno al ecoblanqueo externo
El estancamiento de Noor Midelt debería servir como advertencia ante la proyección internacional de Marruecos como potencia “verde”. Incapaz de garantizar estabilidad y previsibilidad en su propio territorio, el régimen marroquí trata ahora de exportar ese mismo modelo fallido a los territorios ocupados del Sáhara Occidental, utilizando las energías renovables como herramienta de legitimación.
En el Sáhara Occidental, los proyectos solares y eólicos impulsados por empresas vinculadas al Estado marroquí y a la monarquía se desarrollan sin el consentimiento del pueblo saharaui, en un territorio pendiente de descolonización, tal y como recuerdan las Naciones Unidas y la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Presentados como desarrollo sostenible, estos proyectos forman parte de una estrategia de ecoblanqueo de la ocupación.
Desmontar el relato del “milagro verde” marroquí implica reconocer esta contradicción: mientras los grandes proyectos dentro de Marruecos se bloquean y se renegocian bajo presión, los del Sáhara Occidental ocupado se exhiben como vitrinas de modernidad destinadas a normalizar una situación ilegal.
Porque cuando la transición energética se construye sobre contratos forzados, territorios ocupados y pueblos silenciados, deja de ser una solución de futuro y se convierte en otra forma —más sofisticada y menos visible— de violencia política.
Ese es el verdadero balance del supuesto “milagro verde” marroquí.
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