Saida Brahim abrazaba con fuerza y entre lágrimas a Raquel. Ambas llevaban atado al cuello el pañuelo rojo en honor a las fiestas de Peralta, unos festejos que el martes por la tarde quedaron interrumpidos para las dos. A sus 10 años, Saida fue una de las 93 niñas y niños saharauis que llegaron a Navarra el pasado 3 de julio para disfrutar del verano en la Comunidad Foral. Pero el martes, a las puertas del Colegio San Miguel de Orkoien, los abrazos se volvieron un poco más amargos bajo la sombra de la despedida, aunque una íntima amiga de Raquel Saenz de Tejada no dejara de recordarle que el próximo abril serán ellos los que viajarán a Auserd, el campamento de Saida.

“La conozco desde muy pequeña, en un voluntariado que hice. Estoy con mucha pena de que se vaya, pero es muy gratificante”, explicó Raquel, quien ve la acogida de Saida como “una manera de agradecer a la vida las oportunidades que aquí tenemos, e intentar ayudarles a que tengan un mínimo de alimentación y salud, al menos durante dos meses”, añadió.

Los dos autobuses que partieron de Orkoien llevaron a estos menores al aeropuerto de Noáin, donde viajarán a Madrid para después desembarcar en el de Tindouf. Desde allá, cada uno se subirá, según Nayla Farrah, a un “autobús azul viejo” para regresar a sus campamentos. Esta pequeña de 9 años volverá a El Aaiún tras pasar el verano en casa de la pamplonesa Patricia Tirapu. La acogida de estos menores ha sido posible gracias a las familias navarras que han participado en el programa Vacaciones en Paz que organizan la Asociación Navarra de Amigos del Sahara (ANAS) y la Delegación Saharaui en Navarra.

Ganas de volver

La despedida tampoco fue sencilla para Valentina Marín. Esta vecina de Andosilla no pudo retener las lágrimas al hablar de los tres niños que ha acogido, llegados de Smara. Para Hamdi Mohamed Maalainin y Agaila Jalil Cori, ambos de 10 años, esta fue su tercera vez en Navarra, mientras que para Mohamed-Lamin Mahfud Zraibia, de 9, fue su primera. Y, antes que ellos, Valentina acogió a otros dos. “Es muy duro. Hamdi y Agaila lloraron muchísimo por todo el primer verano. Creo que Agaila ha venido obligada por su familia, y nos decía que nunca más iba a volver”. Sin embargo, durante su segundo verano en Andosilla, la opinión de Agaila cambió y, al terminar el tercero, reconoció que sí volvería.

Lila Molina también explicó que los niños “vuelven muy a gusto a su casa, aunque les viene muy bien estar aquí”. Es la tercera vez que esta vecina de Tabar acoge a Elfan Sidameh Ali y, como señaló, “a pesar de que aquí les podamos ofrecer muchas cosas materiales, allí tienen a su familia y es donde reciben ese amor y cariño”. Con 10 años, esta pequeña no solo ha aprendido castellano, sino que también tuvo la oportunidad de llevarse a Auserd un poquito de euskera. “Yo la veo feliz porque se va encantada con su familia, así que ya no me da tanta pena”.

Y aunque no todos los niños y niñas puedan volver el año que viene, Fatimetu Hamdi, de 10 años, sí será una de ellas. Tras pasar el verano disfrutando de Navarra con la familia de la pamplonesa Nerea Ozcoidi, Fatimetu aseguró que sus planes favoritos giraban en torno al agua, desde la playa y piscina hasta el río. Una experiencia “increíble” para Nerea y un “aprendizaje para todos que recomiendo mucho”, aunque tengan que esperar unos meses para volver a verse.