La «esperanza de libertad» con germen salmantino en los campos de refugiados saharauis | Salamancahoy

La «esperanza de libertad» con germen salmantino en los campos de refugiados saharauis | Salamancahoy

El proyecto Entre Dunas nace en un aula de Magisterio en Salamanca con la mera intención de ayudar. A día de hoy acompañan, pero también construyen vida de la nada

Estas seis palabras podrían definir el proyecto que se expone a continuación. ‘Entre Dunas’ acumula siete años ofreciendo «esperanza» a las personas obligadas a convivir en los campamentos saharauis a causa de la guerra. Su objetivo no ha cambiado a lo largo del tiempo, aunque sus integrantes hayan evolucionado: «educar». «Educar para darles una esperanza de libertad, para darles oportunidades», relata Beatriz Castaño. Además, intentan hacer llegar suministros básicos, tales como agua, medicamentos o alimentos.

Si retrocedemos en el tiempo, ‘Entre Dunas’ nace en una clase de la facultad de Magisterio de la Universidad de Salamanca. Una joven, Denís, que acoge niños saharauis durante el verano quiere seguir ayudando, no le basta con los meses de vacaciones. Su semilla comienza a germinar y pronto algunas de sus compañeras se unen a un proyecto todavía sin frutos, pero regado cada día, trabajado cada día.

Pequeños proyectos iniciales conocieron un final feliz y esa felicidad fue el alimento para seguir. Fueron tales sus resultados que llamaron la atención de otras personas en España y a día de hoy se extienden por Madrid, Valencia, Plasencia o Ciudad Real, además de Salamanca como eje principal. «No existe una sede física, pero sí reuniones online. Cada una, desde donde estamos, aportamos gestos para poder ayudar», explica Bea.

Una guerra oculta que no termina, un desierto en el que construir vida

Desierto. 55ºC durante los meses de verano. Escasez o ausencia de agua potable. Sin servicios médicos. Una guerra constante.

A estas circunstancias se enfrentan las personas refugiadas en campos saharauis. Una realidad «desconocida» por la ciudadanía española, en palabras de Beatriz, que considera que hay guerras con la suficiente «visibilidad» como para conseguir ayuda, pero otras demasiado olvidadas.

«Hablamos de política. A España no le beneficia entrar en conflicto con Marruecos y todo lo que tiene que ver con ellos se niega y se deja de lado a la gente. De hecho, a la zona de conflicto actual no se puede acceder, cualquier periodista que quisiera tiene negado el paso. No se puede porque no se quieren mostrar ciertas cosas», explica Castaño.

«La experiencia en un campamento es increíble, te dan todo cuando no tienen nada»

No en el conflicto, pero sí cerca, en los campamentos asentados en Tinduf, estas 12 personas voluntarias tratan de apoyar en la «construcción de vida de la nada». «Hablamos de casas de adobe, que cuando llueve se deshacen, o tiendas de campaña. Allí se sobrevive como se puede», relata, apuntando que su experiencia fue «increíble», ya que veía que le daban «todo, cuando no tenían nada». «Se vuelcan con nosotros, porque saben que somos su ayuda, se aferran a lo poco que tienen», completa.

Dentro de sus recuerdos, con especial claridad menciona el año post pandemia: «No sabíamos lo que nos íbamos a encontrar. Si nosotros lo habíamos pasado mal aquí, allí… no nos lo queríamos imaginar. Hablamos con muchos directores de colegio para que nos dijeran lo que necesitaban. A partir de ahí, desarrollamos el proyecto, recaudamos dinero en España y vamos a los campamentos para ponerlo en marcha».

«Es inevitable no empatizar y decir: ¡qué suerte tengo de nacer donde he nacido!»

¿Cómo es la primera vez en un campo de refugiados? «He de decir que estuve muy bien cuando llegué, no lo pasé mal, lo pasé mal cuando me fui. Vuelves a tu casa y vuelves a tu realidad, con agua potable del grifo y con comida en la nevera. Sin embargo, allí los dejas como estás, es su realidad. Se hace más dura la vuelta que el hecho de estar allí. El viajar allí es adaptarme a su realidad y te das cuent de que tu realidad no es la única que existe. Es inevitable no empatizar y decir: ¡qué suerte tengo de nacer donde he nacido!», confiesa.

Doce corazones que laten por otros de forma «voluntaria». «Nadie te va a pagar por ir, es algo de lo que no esperar nada a cambio. Lo tienes que hacer porque te nace, porque quieres ayudar a alguien. Si por un gesto mío un niño puede sentirse mejor dentro de la situación que vive allí, yo me quedo más que satisfecha. Es aprender y darnos cuenta de que no es todo como lo vivimos nosotros, a ser menos egoístas. Es unas experiencia de la que aprendes mucho», valora.

Cestas Solidarias 2024

Actualmente, la Asociación se emplea en enviar alimentos a las familias más desfavorecidas de los campamentos de refugiados saharauis durante el mes de Ramadán. En total, 15 familias pueden comer gracias a su labor, aunque el año pasado llegaron a más gente.

«Cada año cuesta más llegar a más gente»

En palabras de Beatriz, «cada año cuesta más llegar a más gente». Cree «difícil» hacer entender la labor de la Asociación, ante un pensamiento constante de «engaño» o de que les van a «quitar el dinero».

Igualmente, invitan a todo lector a seguirlas en sus redes sociales para poder informarse, además de formar parte de los proyectos. Más allá de lo económico, «que se informen de la situación del sáhara occidental», finaliza Beatriz.

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