Esta columna son más bien unas letras juntadas solo como una llamada de auxilio. Sé que no son tiempos buenos estos para la solidaridad. No lo son para la más cercana –sólo hay que ver los llamamientos cada vez más desesperados de entidades como Cáritas o el Banco de Alimentos advirtiendo de un aumento de las necesitades al mismo tiempo que se reducen de forma importante las aportaciones–, menos aún para la ya lejana. Las ONGs que colaboran y trabajan en los campos de refugiados de los territorios saharauis alertan de la grave situación a la que se enfrentan las 180.000 personas que viven allí por la creciente reducción de la ayuda internacional de la que depende su vida en buena medida. En especial, un agravamiento de su situación alimentaria y sanitaria con una reducción de las ayudas del 20% en el primer semestre de este 2022 respecto al mismo periodo de 2021, una esfuerzo de las asociaciones humanitarias y las organizaciones internacionales que ya se había devaluado antes por los efectos de la pandemia. La canasta básica mensual de la que se alimentan y viven la mayor parte de esas familias saharauis refugiadas ha dejado de contar con productos básicos como el arroz, la pasta o el gofio y ni siquiera incluyen proteínas animales. La República Árabe Saharaui Democrática cumplió el pasado febrero 46 años y la lucha continúa. La democracia ha sucumbido al incumplimiento de sus propias normas. El Sáhara es una presa anhelada en el concierto internacional de los intereses económicos por su riqueza en fosfatos, bancos de pesca frente a Canarias y petróleo, principalmente. Todavía hoy, en medio de una guerra conscientemente silenciada en Occidente, esas 180.000 personas siguen refugiadas en los campos de Argelia y en los territorios liberados y decenas de miles más perseguidas, encarceladas y sometidas a la violación sistemática de derechos humanos, especialmente las mujeres y los jóvenes, en las zonas ocupadas por Marruecos. Por cierto, de nuevo con la complicidad sumisa del Gobierno español que se somete a los caprichos y exigencias de Mohamed VI traicionando sus compromisos históricos y legales con los saharauis. Sé también que el pueblo saharaui no es una excepción entre los pueblos expoliados y perseguidos del mundo, pero en el ámbito de los derechos humanos, solidaridad, derecho internacional, crímenes de guerra, derechos democráticos y las libertades, también se diferencia entre pueblos de primera y de segunda. La sociedad navarra y sus instituciones siempre han sido solidarias con las gentes saharauis y estaría bien que estos tiempos que se están haciendo cada vez más complicados incluso en nuestras propias mugas también escucharan esta alarma de ayuda y solidaridad y aportasen su granito de arena. Hace montaña.