Por Marta Gómez
Familias como la de Amor Pérez, que junto a su pareja y dos hijos de 11 y 12 años, ha decidido formar parte del proyecto ‘Vacaciones en paz’ con la emoción de “ofrecer una experiencia bonita a una criatura” que durante dos meses compartirá momentos y juguetes con sus hermanos de acogida. “Ha sido una maravilla porque en seguida conectaron (los niños). Entre criaturas es mucho más fácil y no hace falta hablar el mismo idioma porque jugando se entienden perfectamente”, asegura Amor. Nija, su ‘hija’ saharaui, habla hassanía, dialecto árabe, mientras el idioma de sus hermanos de acogida es el castellano, sin embargo, todos hablan el idioma de la diversión y, es probable, que a lo largo del verano Nija aprenda español y los hijos de Amor acaben adaptando a su vocabulario alguna palabra saharaui.
Amor reconoce que la primera noche de Nija, de 9 años, no fue sencilla, pues la menor extrañaba a su mamá, pero poco a poco la niña saharaui se ha ido adaptando, en parte, gracias a sus hermanos de acogida que – a veces- “hacen más que los adultos”.
A Nija todavía le queda mucho que jugar y muchos planes de verano por hacer junto a sus hermanos y amigos de la familia, al menos hasta el próximo 28 de agosto, fecha en la que los niños saharauis tendrán que regresar a sus hogares con la maleta cargada de recuerdos y con alguna que otra cosa más que a su llegada.
Aunque es la primera vez que la familia de Amor acoge a un niño saharaui, tienen claro que al año que viene repetirán porque es “una experiencia muy enriquecedora para la peque y también para la familia que acoge a la peque”.
Todo parece indicar que la familia de Amor se va a convertir en esos hogares que repiten una edición más de ‘Vacaciones en paz’ como la familia de Raquel Carretero, quien conocía el programa de ‘Vacaciones en Paz’ gracias a sus tíos, quienes acogieron a una niña saharaui, llamada Maya, y con la que nunca perdieron la relación. Hace unos seis años, Raquel acompañó a sus tíos y primos a los campamentos saharauis para visitar a Maya. Fue allí cuando pudo vivir de primera mano la situación “insostenible” de altas temperaturas que viven allí durante el verano, ya que el desierto del Sahara puede llegar a alcanzar los 50 grados. Fue entonces cuando pensó en seguir los pasos de sus tíos y ser familia de acogida.
En ese momento, Raquel no contaba con que una pandemia mundial, el Covid-19, paralizará por completo el programa y tuvo que esperar para que Abbasalem, de ocho años, llegará a sus vidas en 2021. “Llevamos tres años con el mismo niño. El primer año fue un poco más duro porque fue más un trabajo de vinculación y adaptación, pero luego estuvo muy a gusto y quiso repetir. Durante todo el año mantenemos contacto con la familia y él ha querido seguir viviendo”, dice.
Salir de casa con tan solo ocho años y a un país con una cultura e idioma diferente a tuyo debe ser todo un reto para estos niños saharauis. La familia de Raquel busco la manera de que Abbasalem se sintiera como en casa, para ello, utilizaban fotos e imágenes para comunicarse y le organizó un calendario para que el pequeño conociera en todo momento lo que iban a hacer, así como cuando iba a poder hablar con su familia saharaui.
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